Claro que perder duele pero estoy seguro de que nos llevamos sensaciones positivas. Si hacemos un análisis del juego, dominamos el primer cuarto y, en el segundo, pese a no tener el control, nos fuimos arriba en el marcador por un punto. Frente a un rival difícil y en su cancha, Racing demostró que está a la altura de las exigencias. Pienso que, si hubiéramos tenido más claridad y más capacidad para ejecutar con frialdad en los momentos adversos, nos habríamos quedado con la victoria.   

La clave para explicar el resultado es que cometimos fallas inocentes en defensa que, frente a un adversario de categoría, nos condujeron a la derrota. Ramos Mejía tuvo un 46 por ciento de efectividad en triples (12 de 26 intentos) cuando lo habitual es promediar un 35 por ciento. Y, pese a eso, estuvimos cerca de ganar. Mostramos mucha intensidad en cada pelota y nos impusimos en la pelea por los rebotes. Cuatro de nuestros jugadores terminaron con más de 10 puntos y eso es vital para que a los oponentes les cueste marcarnos. No tengo dudas de que rendimos un escalón más arriba que en el partido con River.

Más allá de lo que hicimos bien, lo importante es entender que perdimos merecidamente y que tenemos que aprender de los errores que cometimos. Suele pasar que, cuando a uno le va bien, se tapan las falencias y no queremos saber nada con eso. Nuestra obligación es poner el foco en las equivocaciones y corregirlas. No se puede ganar siempre y pienso que, en un torneo parejo como éste, ningún equipo va a mantenerse invicto. Nos vamos satisfechos con haber dado pelea y pretendemos ser un equipo que le complique las cosas a cualquiera.