Entre todas las palabras que ofrece el portugués, entre todos los adjetivos que permite el español, Yosi elige decir “guerrero” en un portuñol que se comprende bastante bien. Recostado contra el puesto de diarios en el que se gana la vida, disfrutando del sol que se cuela entre las copas de los árboles de la Avenida Afonso Peña, Yosi analiza el partido de esta noche y expone su análisis para quien lo quiera oír: “Va a ser un encuentro difícil para nosotros. Racing es equipo muy guerrero”. La Academia está en Belo Horizonte, una ciudad con una superficie de 330 kilómetros cuadrados y con más de 2.500.000 de habitantes, y su presencia no pasa desapercibida para nadie. Menos que menos para Yosi, un hombre con varias décadas de trabajo en la espalda que sufre desde chiquito con las desventuras del Atlético Mineiro. Aunque falta todavía bastante para que la pelota empiece a rodar en el Estadio Independencia, los nervios van carcomiendo de a poco a la capital de Mina Gerais.

Belo Horizonte no es Washington. Belo Horizonte no es París. Belo Horizonte, rodeada por la Sierra del Curral, está ubicada hacia el este de Brasil. Sexta ciudad más poblada del país, fue proyectada a mediados del siglo XIX como una imitación colonial de las capitales de Estados Unidos y de Francia. Se advierte la intención en el trazado de los anchos corredores, se percibe la búsqueda en los fenomenales edificios que se encuentran en cada esquina. Basta solamente con abrir un poco los ojos para que la calidad arquitectónica impacte. La iglesia de San Jorge y la Catedral de Nuestra Señora del Buen Viaje dan cuenta de la preocupación por lo estético, de la influencia del cristianismo y del aporte de las religiones afroamericanas. El resultado de todo eso queda a la vista. Pero para los simpatizantes del Cruzeiro, acostumbrados ya a este paisaje, lo importante está en otro lado. Entre sonrisas y saludos de aliento, van y vienen por los comercios del centro con una única preocupación: que Racing elimine de la Copa Libertadores al equipo de Diego Aguirre.

Las tensiones políticas alrededor del impeachment contra Dilma Rousseff corren en un carril paralelo al del partido. Ciro, un joven más concentrado en el verde que arroja el Parque Municipal que en la capacidad goleadora de Lucas Pratto, aporta que la sociedad está dividida y que son los más pobres lo que apoyan a la presidenta. Gabriel, un muchacho de su edad que forma parte del acampe organizado en la preciosa Praça da Liberdade para condenar el juicio político, coincide con esa opinión y agrega que no será fácil detener a quienes pretenden impedir la continuidad del mandato de Rousseff. Todos, absolutamente todos, tienen algún punto de vista sobre un proceso que mantiene en vilo a la nación y que concentra la atención de buena parte del continente.

Pero incluso los conflictos suenan a música en Brasil. Y en el Mercado Central, un destino turístico inaugurado el 7 de septiembre de 1929 para conmemorar un nuevo aniversario de la independencia del país, puede encontrarse el canto de los pájaros que son ofrecidos para quien los quiera comprar. Hay también una amplia variedad de frutas y de carnes y de pollos y de salsas y de cachaças y de todo lo que sea posible imaginar. La gente se abarrota en los corredores y el espectáculo, además de pintoresco, produce una voraz sensación de hambre. Lejos de ahí, con la mirada puesta en la pelota, Licha y compañía ajustan los últimos detalles antes de salir a la cancha.   

Yosi lo sabe. Ciro lo sabe. Gabriel lo sabe. Racing no vino de paseo a Belo Horizonte sino a buscar extender su sueño. Los ojos de la ciudad lo tienen clarísimo.