Fútbol Masculino

El amor se llama gracias

Sábado 21 de Mayo de 2016
Milito, el eje del cariño de los hinchas. El Cilindro, el escenario de un día inolvidable. Racing, en una nueva muestra de grandeza.
El amor se llama gracias
Todos dicen gracias. Todos, absolutamente todos. Dicen gracias los señores que estuvieron en Montevideo gritando el gol del Chango Cárdenas y dicen gracias las chicas que no saben lo que es sufrir con la Promoción porque en 2008 todavía usaban pañales. Dicen gracias los que juntan las monedas para llegar a fin de mes y dicen gracias los que planean realizar inversiones inmobiliarias en Puerto Madero. Dicen gracias los que terminan disfónicos los fines de semana gritando en la tribuna y dicen gracias los que alientan desde los rincones más alejados de la Argentina. Dicen gracias los que estuvieron en la cancha el 31 de agosto de 2001 para gritar los dos goles de Milito a Newell’s y dicen gracias los que no faltaron al clásico del 24 de mayo de 2015 en el que Milito le convirtió a Independiente de penal. Todos, absolutamente todos, dicen gracias, una y otra vez, de forma incansable, para dejar en claro que el amor que sienten por uno de los ídolos más grandes de la historia del club es inquebrantable.

Y Milito está ahí, escuchando ese gracias interminable que explota por primera vez en la tarde cuando el micro llega a la puerta del vestuario local. Y, de repente, a modo de sorpresa, recibe una camiseta muy especial, la que usará un rato más tarde, que tiene fotos de él con sus hijos. Cerca, bien cerca del sitio en el que el capitán se cambia, la gente se amontona para votar que la calle Italia pase a llamarse Diego Milito. Pero eso no es todo. De la mano de un papá, de una mamá o de un abuelo, miles de pequeños y de pequeñas caminan en los alrededores del Cilindro con un cartel en la mano que, por supuesto, dice #GraciasDiegoMilito. Seguramente, aunque en este momento no lo sepan, cuando crezcan contarán hasta el cansancio que sus corazones latieron fuerte, muy fuerte, en el homenaje a uno de los grandes más grandes. Y, entre las cientos de banderas que embellecen el escenario, asoma una que, probablemente, resuma como ninguna lo que pasa por la cabeza de un pueblo orgulloso de su líder: “Muchas gracias por dar la vida”.

Milito había afirmado el viernes que hablar de Racing era lo mismo que hablar de su vida y los hinchas entienden el mensaje a la perfección. Si un aplauso estremecedor estalla cuando la formación suena por los altoparlantes, mágico es lo que sucede cuando Milito pisa el césped: los que logran gambetear el nudo en la garganta se permiten manifestar tanto amor en un grito que hace temblar a la ciudad. Pero Avellaneda no descansa porque la historia la reclama. Milito contribuye, como desde siempre, a la generación de la alegría con un gol –el 22 desde su regreso en 2014- que multiplica los abrazos. Nadie le pide nada pero el ídolo sigue siendo el ídolo. El reloj señala 22 minutos y la Tierra detiene su marcha para asistir a una ovación que suspende el andar del tiempo. Todos, absolutamente todos, otra vez, vuelven a decir gracias.  

Las despedidas son dolores dulces, canta el Indio Solari. Milito y Racing, que esta tarde funcionan como sinónimos, navegan envueltos en la satisfacción que ofrecen los instantes de gloria y en la nostalgia de saber que hay cosas que ya no serán más. La sensación es que la historia pasa por delante de los ojos –a esta altura, humedecidos- y que formar parte del acontecimiento es un inmenso privilegio. Al fin y al cabo, la vida y el fútbol son fantásticas excusas para construir ratos de felicidad con otros. Y Milito, un especialista en regalar sonrisas. Por eso, tantas gracias; por eso, tanto amor.

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