Fútbol Masculino

Una sociedad para la historia

Viernes 27 de Mayo de 2016
Diego Milito y Sebastián Saja compartieron plantel durante 706 días y fueron líderes de un equipo que les regaló a los hinchas muchísimas alegrías: un título local, dos participaciones en la Copa Libertadores y el orgullo de defender esta camiseta con el corazón.
Una sociedad para la historia
Da rabia, da impotencia. ¿Por qué? ¿Por qué el tiempo se empecina en pasar? ¿Por qué no hay manera de detener las agujas del reloj para que algunos momentos se vuelvan eternos? ¿Es necesario que los mejores se vayan? ¿Quién inventó ese absurdo capricho de que los líderes se marchen justo cuando se encontró la felicidad? De nuevo: da rabia, da impotencia. Es que Milito y Saja ya no están. Es que esa sociedad constructora de sonrisas, que condujo a Racing por la senda de la grandeza durante un año, 11 meses y seis días, abandonó el club ante la congoja de una multitud que le prometió amor eterno.

Venían hablando desde bastante antes pero se cruzaron por primera vez en un entrenamiento el 19 de junio de 2014, en el Predio Tita Mattiussi. Saja, capitán hasta entonces, le ofreció la cinta a Milito y el delantero aceptó a condición de que los dos dirigieran un proceso que debía sacar a la Academia del último lugar en la tabla de posiciones. Fue todo de a poco, fue todo con la paciencia como bandera, fue todo con el esfuerzo como fundamento del proyecto. Charlas para convencerse, conversaciones para convencer y la conformación de un plantel decidido a no abandonar el barco aunque los vientos no soplaran hacia el arco contrario. El 27 de julio, en San Luis, subieron el primer peldaño del sueño con una victoria ante San Martín de San Juan por la Copa Argentina. Menos de cinco meses después, exactamente el 14 de diciembre, Saja y Milito se consagraban en un Cilindro que se rindió a sus pies. “Festejemos que somos campeones, carajo”, gritó el 22, con su ladero al lado, para que Racing acariciara la gloria después de 13 años.

Y llegó la Copa Libertadores y llegó el campeonato local y llegó otra vez la Copa Argentina. Milito se sobrepuso a las molestias de su rodilla, Saja respondió cada vez que lo exigieron y entre los dos mantuvieron la intensidad de un vestuario que se abrazó a una fuerza de voluntad indestructible. Protagonista siempre, el equipo entendió que las buenas habían llegado y que no había que dejarlas escapar. La eliminatoria contra Independiente en la Liguilla pre-Libertadores fue la muestra de que el mensaje se había entendido a la perfección y la posibilidad de repetir la presencia en el escenario internacional –algo que no sucedía desde 1968- significó la ratificación de que los capitanes sabían bien por dónde llevar a sus compañeros. El cierre, más allá de los resultados circunstanciales, fue con el corazón en la mano, con las lágrimas en los ojos, en una cita inolvidable en la que Milito recibió un gracias infinito.

El ciclo de 706 días se cerró en Formosa, con Diego fuera de la cancha por fiebre y con Sebastián apareciendo en los momentos justos. Quedarán los mejores recuerdos de una etapa que ya se ganó un merecido lugar en las páginas doradas del club. Lo que seguirá rondando es la pregunta maldita, es la sensación de que el tiempo podría dejarse de joder esta vuelta, es el deseo de que las horas caminen para atrás para verlos de nuevo, a los dos, a Milito y a Saja, llorando de emoción en un Cilindro que los envolvió en un aplauso para la historia.

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