Vidas Racinguistas

“Milito es un jugador cinematográfico”

Martes 15 de Noviembre de 2016
Director de cine, hincha de la Academia, Fernando Krichmar analizó en el Cilindro la relación entre los documentales y el fútbol. Pasión heredada de su viejo, contó cómo debería comenzar para él una película sobre Racing.
“Milito es un jugador cinematográfico”
Mientras lo explica, una mueca le asoma por la comisura de los labios. Intenta disimularlo pero no puede. El relato lo va envolviendo: “Para mí, un documental sobre Racing tendría que empezar con una imagen de la hinchada en plano cerrado que, de a poco, debería ir abriéndose para que se pudiera ver el entusiasmo de la gente gritando”. Cuando Fernando Krichmar describe la supuesta primera escena de la supuesta película, se le iluminan los ojos. Es algo lógico: le sucedería lo mismo a cualquiera que tuviera como grandes pasiones el cine y la Academia. 

A paso lento, con el sol golpeándole la espalda y la humedad empapándole la frente, Krichmar camina la distancia que hay entre la entrada al campo y el banco de suplentes sin dejar de registrar con su ojo experto cada detalle del Cilindro. Antes de pisar el círculo central, asegura que le encantaría poder jugar un rato en la cancha que tantas veces contempló desde la tribuna. No tarda en advertir que con el menisco roto se le haría muy difícil lanzar un pique veloz hasta el área contraria. Director de “Diablo, familia y propiedad (1999)”, de “Seré millones, el mayor golpe a las finanzas de una dictadura” (2013) y de “El camino de Santiago” (2015), elige desplegar la charla para “Vidas Racinguistas” en el lugar que Mostaza Merlo y Diego Cocca ocuparon durante la despedida de Diego Milito. Acostumbrado a conducir equipos de actores, está claro que no le tiembla el pulso al recostarse en el asiento de los entrenadores.

-¿Qué tan parecido es ser director de cine y técnico de fútbol?
-Estoy pensando en este tema desde hace mucho. Acá cualquiera cree que puede dirigir una película y cualquiera cree que puede dirigir un equipo de fútbol. Y no es así. Yo, por eso, soy muy respetuoso de los entrenadores. Por supuesto que tengo mis opiniones pero, cuando se dice “hay que poner a tal” o “hay que sacar a cual”, trato de hacer silencio. En lo mío, siempre hay gente que sugiere cosas pero yo sé bien quién es el que está poniendo el cuerpo. Además, los directores de cine y los técnicos tenemos que gestionar grupos humanos con muchos egos. Y no es una tarea sencilla. 

-Casi nadie duda de que el cine es arte. ¿El fútbol también lo es?
-Siempre lo digo: el fútbol tiene que ver con la belleza. Lo que más admiro de los jugadores no es la capacidad física sino la destreza con la pelota. Ahora dicen, por ejemplo, que Usain Bolt va a arrancar a jugar al fútbol pero, más allá de ser el hombre más rápido de mundo, no creo que pueda jugar como los mejores. Uno lo veía a Milito acá y advertía que estaba delante de un artista. Además, hay una gran similitud entre el fútbol y los documentales: a diferencia de la ficción, donde las escenas se pueden repetir mil veces, nosotros ensayamos mucho pero sin poder evitar la espontaneidad. 

-¿Dónde nació tu vínculo con Racing?
-De mi viejo, que era un verdadero fanático. Cuando salimos campeones del mundo, yo tenía tres años y salí con mi viejo y con Lucy, nuestra perra, a dar la vuelta olímpica por todo el barrio. Ese recuerdo me quedó grabado. Pero, además, mi infancia transcurrió entre las idas al club y los cuentos de mi papá sobre el Chueco García y sobre Salomón, al que le decían “puente roto” porque no lo gambeteaba nadie.   

-¿O sea que tu relación con Racing siempre estuvo muy atada a tu viejo?
-Es que mi viejo es Racing. Todos mis recuerdos importantes son con él al lado. Cuando yo era chico, uno con el padre hablaba básicamente de fútbol porque las distancias generacionales eran enormes. El fútbol, de alguna manera, fue la síntesis de nuestra relación y nos unió a lo largo de toda la vida. 

-¿Cómo llegaste al mundo del cine?
-Es una larga historia. Mi bisabuelo materno, Mario Gallo, fue el primer director de cine de la Argentina. Rodó “El fusilamiento de Dorrego”, la primera película nacional con argumento, en 1907. Evidentemente, alguna influencia familiar hubo. Además, mi juventud transcurrió durante la última dictadura, que fue una etapa culturalmente muy escura, y el cine, en ese contexto, funcionó como un refugio. En Rosario, donde viví desde los 14 años, había varios cineclubs que pasaban películas de Federico Fellini, de Ingmar Bergman, de Luchino Visconti, de Bernardo Bertolucci, de Ettore Scola y de Vittorio De Sica. Había mucha diversidad narrativa y eso me gustaba. Sin embargo, a la hora de estudiar, elegí psicología y, recién cuando me recibí, arranqué a estudiar cine. 

-¿Y por qué recalaste en el ambiente de los documentales?
-Por una cercanía con lo político. Haber tenido familiares desaparecidos me llevó a hacer política en la universidad. Y, en un proceso casi natural, me fui acercando al cine documental de Fernando Birri ( “Tire Die”, en 1960) y de Raimundo Gleyzer  ( “Los traidores”, en 1973). Me sedujo la capacidad de esos tipos para mostrar, en relativamente poco tiempo y con mucha sensibilidad, la miseria de los desposeídos. Eso me permitió darme cuenta de que el cine disponía de recursos suficientes para contar historias de la vida real. Los documentales necesitan menos producción y, por ende, menos dinero que las ficciones. Y, además, suelen perdurar más en la memoria. 

-Desde el sentido común, suele a menudo asociarse a los documentales con lo aburrido. ¿Por qué pensás que ocurre?
-Creo que nosotros hicimos méritos para que pasara eso pero también los empresarios del entretenimiento contribuyeron a demonizarnos. Algunos documentales televisivos, con el exceso de voces en off y de imágenes de archivo, ayudaron a generar cierto rechazo. Pero los documentales son parte del cine y cuentan con posibilidades de narrar fantásticas. Yo soy de los que buscan que las películas sean divertidas, que tengan ritmo y que no se olviden nunca de seducir. Lo positivo es que con esta propuesta logramos llevar a miles de espectadores a las salas. 

-¿Hay jugadores con más perfil cinematográfico que otros?
-Sí, claro. Siempre hay algunos que dan más para el cine. Maradona, por ejemplo, es más personaje que Messi. Milito, a su manera, también lo es: aunque no sea extrovertido y mediático, por su estampa sí podría trabajar en una película. 

-¿El cine debería tener un lugar importante en los clubes?
-Puede ser. La clave es que los clubes se conviertan en algo más que clubes de fútbol. En otros tiempos, Racing estaba integrado al barrio y cumplía una función social: yo pedía libros en la biblioteca, iba a la colonia y me metía en la pileta. Y eso habría que recuperarlo. Me parece importante que se le puedan brindar diversas posibilidades a la comunidad. 

-¿Te imaginás dirigiendo un documental sobre la Academia?
-Sí, lo soñé varias veces. El problema es la cantidad de proyectos pendientes que se van acumulando. Veo mejor al club ahora y eso me motiva más todavía. Pero la verdad es que no se me ocurrió aún una idea concreta para hacerlo. Sé que en algún momento va a salir. 

Fotos: Paola Lara.

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