Archivo Histórico

La histórica visita de Rafael Alberti

Jueves 09 de Enero de 2020
El 24 de junio de 1944, en la Sede Avellaneda, uno de los poetas más importantes del siglo XX recitó una parte de su obra de cara a las cientos de personas que se acercaron a verlo. Una muestra más del apogeo de la vida cultural de la Academia.
La histórica visita de Rafael Alberti
La foto no lo muestra porque hace foco en el público. Se observa a decenas de mujeres y de varones vestidos a pura elegancia. De fondo, la fenomenal pintura donada por Benito Quinquela Martín. Es el salón del tercer piso de la Sede Avellaneda el que rebalsa de gente para ver y escuchar a uno de los poetas más destacados del siglo XX. Es el escritor español Rafael Alberti, miembro de la famosa Generación del 27, el que está en Racing para protagonizar “Invitación a un viaje sonoro”, la obra con la que recorrió Argentina y Uruguay en sus años de exilio. La imagen en blanco y negro asoma en la página 49 de la Memoria y Balance de 1945 y testifica el vuelo de la vida cultural de la Academia en esa época.

El texto es elocuente: “El segundo acto, realizado el día 24 de junio, sirvió para presentar al poeta Rafael Alberti y al laudista Paco Aguilar, acompañados por el pianista Donato A. Collacelli, en la ejecución de la Cantata a Dos Voces, para verso y laúd, titulada ‘Invitación a un viaje sonoro’, con versos del autor de ‘Marinerito en Tierra’ y música de distintos compositores europeos, que van desde el siglo XIV al actual”. El evento, organizado por el el área “Actividades culturales y biblioteca” que comandaba Tito M Rapallo, se enmarcó en una serie de propuestas para 1944 que incluyó además una charla pública con el también escritor español Ramón Gómez de la Serna.

Alberti, nacido en la provincia de Cádiz el 16 de diciembre de 1902, había obtenido en 1924 el Premio Nacional de Poesía por “Marinero en Tierra” y, cuando pisó Avellaneda, ya era uno de los emblemas de la cultura hispanoamericana. Militante del Partido Comunista de España, integró la Alianza de Intelectuales Antifascistas cuando se desató la Guerra Civil en 1936. La derrota republicana lo obligó al exilio y, tras un breve paso por París, recaló en Buenos Aires el 2 de marzo de 1940.  Regresó a España recién en 1977, una vez que la dictadura presidida por Francisco Franco había llegado a su fin. A lo largo su extensa carrera, recibió el Premio Lenin de la Paz (1965), el Premio Nacional de Teatro (1980), el Premio Cervantes (1983) y el Premio Roma de Literatura (1991). 

El 20 de mayo de 1928, Alberti asistió a ver la final de la Copa del Rey entre Barcelona y Real Sociedad en El Sardinero de Santander. Conmovido por la actuación del arquero húngaro Franz Platko, quien fuera entrenador de Boca y de River algunas décadas más tarde, le dedicó un poema que publicó el periódico La Voz de Cantabria una semana más tarde. Lo llamó “Oda a Platko”:

“Ni el mar,
que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
guardameta en el polvo,
pararrayos.
No nadie, nadie, nadie.
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
Camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la yerba de otro país.
¡Tú, llave, Platko, tu llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo!
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Volvió su espalda al cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por ti, sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar.
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza.
Fue tu vuelta.
Azul heróico y grana,
mando el aire en las venas.
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin plumas,
escalaron la yerba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
¡ Y todo por ti, Platko,
rubio Platko de Hungría!
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
¡Oh, Platko, Platko, Platko
tú, tan lejos de Hungría!
¿Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie”.

Que no figure en la foto de la Memoria y Balance de 1945 es simplemente un detalle: Alberti, desde aquella noche de gala, forma parte de la Academia.
 

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