Archivo Histórico

Otro guiño a favor de la memoria

Sábado 21 de Marzo de 2020
El Archivo Histórico sigue creciendo gracias al aporte de la gente. En esta oportunidad se recibieron dos importantes donaciones de distintos ejemplares de “Memoria y Balance”, pertenecientes a varios de los periodos que componen la historia académica. La apuesta por construir un club cada vez más grande se mantiene más vigente que nunca.
Otro guiño a favor de la memoria
No hay medias tintas al respecto. El único modo de volver a tener lo que existe pero no está, es apelando a la conciencia colectiva para recuperarlo y luego, al trabajo mancomunado para poder desandar los pasos de aquello que, cual hijo pródigo, regresa a su casa tras un largo viaje.  El Archivo Histórico de Racing se ha transformado desde su fundación hace varios años, gracias al trabajo mancomunado entre su gente y el club, en un espacio común desde el cual la institución trata de recuperar la memoria perdida y, a su vez, trabaja para darle un sentido a ese proceso. El hacer por hacer en sí mismo no tiene ningún valor si a ese andamiaje no se le suma el valor agregado indispensable de la construcción de un sentido que apele a generar conciencia colectiva, además del conocimiento de los procesos históricos, sociales y culturales que originaron ese objeto de estudio y de análisis. Y con casi 117 años de vida a cuestas, definitivamente hay mucho por descubrir y redescubrir en el camino de la Academia. 

Pero para poder volver tras los pasos de la historia y encargarse de que vuelva a formar parte del presente de la institución, primero hay que lograr que los retazos racinguistas que se encuentran diseminados a lo largo y ancho tanto del país como del mundo puedan retornar a esa casa que alguna vez los vio salir. Y la gente racinguista, una vez más, está demostrando ser la artífice de esa ingeniería colectiva que suma voluntades con el único objetivo de que el club siga con la premisa de ser cada día un paso más grande que el anterior. Por eso si en algún momento, hace varias décadas atrás, el Racing de ese entonces obligaba a la gente a proteger de la desaparición y fuera de las paredes académicas tanto a documentación de la más variada como a objetos de una riqueza histórica incalculable, el presente del club hoy invita a todo lo contrario. Es así que sin pausa y desde distintos lugares se siguen acercando piezas de lo más variadas que sirven para reconstruir el rompecabezas diseminado alguna vez y para construir desde los hechos un archivo que no para de crecer, amparado en la cantidad y en la calidad de las piezas que se reciben. En esta ocasión y gracias a dos donaciones recibidas de manera reciente se logró ampliar la base de ejemplares disponibles de las "Memoria y Balance" del club; documentos importantísimos para el conocimiento de la evolución institucional con el paso de los años, así como para entender y analizar las aristas propias de todo aquello que construyó nuestra identidad racinguista. 

Dionisio Irurtia nació ni bien comenzaba a despertarse el siglo XX a poco más de 200 kilómetros de la Capital Federal. Casi en paralelo con el natalicio de Racing el oriundo de Alberti descubrió a ese club de football (llamado así en esa época) situado en la localidad bonaerense de Avellaneda a medida que iba descubriendo su existencia misma. Y con el paso de los años ese hallazgo se transformó en un amor inclaudicable que duró toda su vida. En realidad el sentimiento lo trascendió, porque el legado traspasó de manera natural las generaciones y de ese modo le llegó a sus hijos y también a sus nietos. Así fue que Cecilia, luego de escuchar cientos de veces las historias que papá José Luis le contaba sobre el abuelo y su amor por la Academia, decidió ser también ser un vehículo transmisor de esa locura pintada de blanco y de celeste. Conoció en la ciudad a Martín, quien obviamente también era de Racing, y se casaron. Con el tiempo tuvieron dos hijos, Fidel y Azucena, a quienes transformaron en fieles reflejos de ese legado familiar grabado a fuego en más de un siglo de existencia: ambos terminaron siendo hinchas y socios del club como su madre y su padre.

A pesar de las fronteras invisibles y las distancias que los separan, el sentimiento por el club siempre logra que su gente se sienta cerca de él. Lo lejano acerca si es que el vehículo encargado de unir está movilizado por una fuerza lo suficientemente grande como para dar la sensación de que los kilómetros en realidad no existen. Y para la familia Saldivia Irurtia hay pocas fuerzas más movilizantes que el amor por Racing. Fue de este modo que en uno de sus últimos viajes del cuarteto, el pasado 28 de febrero en ocasión del partido ante Newell´s, y tras haber establecido el contacto previo por medio de e-mails, los dos jefes de la familia se acercaron antes del inicio del juego al Archivo Histórico con una bolsa que contenía un preciado tesoro racinguista: cinco ejemplares de Memoria y Balance, pertenecientes a las décadas del 30 y del 40, con un detalle para nada menor: dos de las publicaciones, la de 1934 y la del 1939, no estaban disponibles en el club y ahora, gracias a este gesto incalculable, ya están en casa nuevamente. 

Hay un refrán popular que dice “para muestra basta un botón” y que en este caso se aplica a la perfección. Por eso basta adentrarse tan solo un poco en el interior de una de estas gemas donadas por los albertinos, para adentrarse en detalles de época que permanecían ocultos en las últimas décadas para todos los académicos y académicas, como por ejemplo el de un plano detallado y pormenorizado piso por piso de la Sede Social de Avenida Mitre, que fue publicado luego de su inauguración formal. “Todo esto es gracias a Don Dionisio. Él le transmitió a su hijo la pasión por Racing y a su vez, así le llegó a Cecilia. Ahora con Fidel y Azucena son cuatro las generaciones de racinguistas casi desde la fundación del club hasta el presente. Este fue un aporte que quisimos hacer para que el club recuperara algo de su historia”, comentó un emocionado Martín con respecto a los documentos que su esposa obtuvo de parte de su abuelo antes de morir (habían llegado a él como un regalo) y que ahora, luego del puente construido entre la familia y el club, forman parte del archivo institucional.  Sin dudas, un sentimiento inexplicable.


El caso de Julián Rodríguez fue distinto, pero estuvo también signado por un factor común que resulta insoslayable en cientos de miles de hogares que pregonan religiosamente la prédica académica: amor, familia y Racing Club son conceptos que van de la mano de forma casi indivisible, como los átomos encargados de sustentar la génesis misma ese sentir por los colores. Más allá de no comulgar de manera directa con la pasión signada por las franjas verticales teñidas de blanco y de celeste, el hombre encontró una forma de quedar unido de por vida a un sentir que trasciende todo tipo de fronteras. 

“Mi abuelo sabía que desde chiquito a mí me gustaban los libros y las cosas antiguas. Antes de morir dejó dicho que me dejaba todos sus libros a mí. Y lo único que me quedó con el paso del tiempo fueron esos ejemplares de Memoria y Balance”, relata con nostalgia quien con el paso del tiempo terminó siendo profesor de danzas. Y fue justamente su actividad profesional la encargada de generar el lazo entre la Academia, el espacio institucional y el legado familiar. En una de sus clases escuchó el comentario de la actividad que el archivo del club lleva a cabo y ahí supo lo que debía y principalmente quería hacer con respecto a ese invaluable material.

“Él era de fanático de Racing y en su momento recibió los ejemplares de un amigo que era contador y vivía en Avellaneda. Quizás tenía alguna relación con el club, pero nunca lo llegué a saber”, es la afirmación de Rodríguez al referirse al hecho de como su predecesor se hizo de los preciados ejemplares que hoy forman parte de las arcas del club, gracias a un gesto que merece el mismo reconocimiento y emoción que él siente al evocar la memoria familiar. “Una de las pocas cosas que me quedó ligado a los libros de parte mi abuelo ahora le pertenece al club. Y es algo que me emociona. Y si llego a encontrar más cosas, obviamente las donaré de nuevo”, afirma con tanta seguridad como felicidad al respecto.  

La memoria no desaparece. Está latente. Siempre. Su presencia es una condición imprescindible para todo aquello que apunte a crecer, evolucionar y no repetir los pasos en falso de los días de antaño. Y para eso hay que recuperar y entender aquello que existe pero que no está. El Archivo Histórico de Racing Club y su gente siguen demostrando que hay razones para creer en la unidad y en el trabajo como pilares de la construcción de una institución cada vez más grande. No hay medias tintas al respecto.

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