El Club

Siempre estarán a tu lado

Miércoles 25 de Octubre de 2017
Cerca de 1200 hinchas se ubicaron en la tribuna sur del Defensores del Chaco. Del cotillón para acompañar la salida del equipo a la desazón por un resultado que no estaba en los planes. Y, por supuesto, la decisión de perseguir a estos colores adonde sea.
Siempre estarán a tu lado
Luis y Rodrigo pusieron un pie en la tribuna cuando el reloj marcaba las ocho y cuarto, se miraron de reojo y no necesitaron subir a las redes sociales lo que les estaba ocurriendo. Los dos, padre e hijo, certificaron en un abrir y cerrar de ojos, con el terreno del Defensores del Chaco reluciente delante de ellos, que ni las distancias ni las derrotas eran capaces de derribar esa identidad tatuada en lo más profundo del corazón. Algo similar les sucedió a muchos de los 1200 hinchas que viajaron hasta Paraguay para ver el partido de ida de los cuartos de final de la Conmebol Sudamericana. Y es lógico que así sea: las patrias afectivas, en última instancia, sirven para que las personas construyan ratos de felicidad con otras personas.

El fútbol es un deporte en el que el contexto, aunque no toque la pelota, también juega. Y en la popular visitante sobraba confianza porque enfrente había poca gente. El vacío de alrededor potenciaba el aliento y contagiaba sensación de localía. Infaltables las selfies, imposibles de gambetear los abrazos, los de siempre se saludaron con quienes se sumaron ocasionalmente desde las provincias del norte argentino. Llegaron las banderas, ganaron protagonismo los tatuajes y asomaron casacas viejas y nuevas para pintar la noche de Asunción con estos colores. Entre las excentricidades, un hincha vestido de payaso celeste y blanco cosechó, probablemente, enormes elogios entre propios y extraños. 

Al cotillón lo pusieron de titular por primera vez desde el comienzo de este nuevo desafío continental. Algunos hicieron su aporte a pura técnica y otros tuvieron que gastarse la cuota diaria de aire para que los globos quedaran inflados como correspondía. La salida del equipo se tiñó de ilusión y el grito de tantas y de tantos se hizo oír en el cielo. De atrás de una de las plateas, los fuegos artificiales intentaron copar la escena. La respuesta frente a los destellos resultó ensordecedora: “Éste es el año Academia, no le falles a tu gente…”. Cuentan los eruditos en los detalles deportivos que la pirotecnia optó por callarse sin que nadie se lo indicara para que la música la pusiera la tribuna.  

Dos momentos en noventa minutos. Cuando promediaba el primer tiempo, Santiago Salcedo no falló delante del arco y convirtió el que sería el único gol del encuentro. Sonó alguna puteada perdida pero, sobre todo, lo que primó en la multitud fue un silencio profundo. Casi como si se estuviera delante de la evidencia de que la cita no arrojaría sonrisas. La monotonía se quebró cuando Lautaro Martínez ingresó para tratar de torcer el rumbo: los aplausos se escucharon hasta en su Bahía Blanca natal y más de uno creyó que la solución había por fin arribado. Sin embargo, el impulso futbolístico se fue diluyendo y hasta Lautaro, el más pedido entre los pedidos para dar con el empate, se perdió en ese concierto desafinado.

Con las dudas carcomiendo los cinco sentidos acabó una presentación que –y hacia ahí se redirige la esperanza- tendrá revancha en el Cilindro. “La sacamos barata. Podríamos estar mucho más complicados”, se escuchó decir entre quienes caminaban con la cabeza gacha en busca del micro para emprender el regreso a casa. Como era momento de cenar, algún sándwich salvador funcionó como salvoconducto circunstancial de la pena. Pero la realidad es que, con o sin comida, con o sin gritos de gol, el amor está intacto y la promesa, hecha: los hinchas siempre, siempre y siempre, estarán al lado de Racing.