El Club

Belo Horizonte: el fútbol, los bares y la vida

Lunes 21 de Mayo de 2018
Racing jugará esta noche en la misma ciudad donde se coronó en la Supercopa 1988. De la ilusión del partido a la rutina de las calles. Todo pintado de celeste y blanco. 
Vinicius intuye un gran partido. Camina por la Avenida Alfonso Pena, en pleno centro, en busca de un colectivo que lo lleve al fabuloso predio de la Universidad Federal de Mina Gerais. En medio del tránsito, reflexiona sobre un encuentro que viene esperando desde que se sorteó el fixture de la Copa: “Racing es mi segundo equipo. Fui por primera vez al Cilindro en 2009 a ver un clásico contra River que ganamos con gol de Lugüercio. Me encantó la gente. Por suerte, los dos llegamos clasificados”. Belo Horizonte navega al ritmo de las ciudades que están ajenas a la dinámica del turismo. Sostenida en lo económico por los polos industriales y por las haciendas que asoman a lo largo y a lo ancho del interior de la región, expone retazos de una vida cultural potente y de un estilo arquitectónico ecléctico que alcanza el súmmum en el perímetro de la Praça da Liberdade, una de las estampas más tradicionales de la sexta ciudad más poblada de Brasil. El Edificio Niemeyer, construido por Oscar Niemeyer, uno de los arquitectos más influyentes en el país, impacta a partir de las curvas que lo asemejan a una nave espacial. Fue el propio Niemeyer el que, a mediados de la década del cuarenta y con el apoyo del gobernador Juscelino Kubitschek, armó la fabulosa Lagoa da Pampulha, probablemente la principal atracción turística de la zona.

“Acá no se tenía muy en cuenta a Lautaro Martínez. Yo ya lo había visto pero no me terminaban de creer. Cuando nos hizo tres goles en el primer partido del grupo, nadie más se atrevió a discutirlo”, explica Vinicius antes de recomendar un paseo por el Mercado Central. Grande por donde se lo mire, con más de 400 locales en los que se puede encontrar desde gallinas hasta botellitas de cachaza, es una excursión obligada para comprender los latidos de la capital de Mina Gerais. La cola más grande aparece cerca de un puesto de lotería y los barcitos desparramados por los rincones explotan cuando se acerca el mediodía y la rutina laboral ofrece un respiro. Los porrones circulan a una velocidad que por momentos sorprende y los platos con pescado, arroz, ensalada y puré ganan por goleada en la disputa de los almuerzos. Más coqueta pero con la misma impronta, la gastronomía de la peatonal de Savassi oscila entre la comida mexicana, los sushis japoneses y las delicias propias de una parte de Brasil en la que la influencia de los inmigrantes españoles es todavía bastante grande. 

A Vinicius no le sorprende que, en los alrededores de la Praça Sete de Setembro, ni el encarcelamiento de Lula ni el asesinato de Marielle Franco retumben como traumáticas situaciones coyunturales. Nació acá, creció acá, su familia es de acá y entiende que el vínculo de esta sociedad con la política es menos apasionado que en otras partes del continente. Sí afirma que, aun sin estridentes corridas bancarias, la lógica de acumulación de derechos para las mayorías está fuertemente cuestionada desde el gobierno nacional. Tampoco lo asombra que haya bares, bares y más bares en casi todas las esquinas y que los amigos y los compañeros de trabajo se junten a diario en torno a una cerveza helada a compartir la vida: “Nos enorgullece que seamos la ciudad con más sitios de este estilo. Es parte de nuestra manera de ser. Hasta la medianoche, suelen estar repletos”.

Belo Horizonte recibe con gusto a la Academia en medio de días soleados pero más fríos que lo habitual. Los parques rebosan del verde que caracteriza estas tierras y las camisetas de Racing, con la tranquilidad de que la presencia en los octavos de final no está en riesgo, van y vienen a la espera de que llegue la hora de partir hacia el Estadio Mineirao. Vinicius está en paz porque sus dos equipos siguen en carrera hacia la gloria continental. Quién quede primero y quién quede segundo será tan solo una anécdota que podrá discutirse donde se discute todo en estas latitudes: en ese tetris de mesas y de sillas que, con algún vaso de por medio, le dan forma a la vida social.