El Club

De amores y de goles

Jueves 19 de Septiembre de 2019
Un día como hoy pero de hace veinte años, una remera gritó más fuerte que un estadio repleto e hizo que ese agradecimiento salido desde el corazón se transformara en una de las imágenes más emotivas y duraderas dentro de la memoria contemporánea de todo Racing Club. 
De amores y de goles
No era un hombre acostumbrado a eso de pisar el área rival con asiduidad. Y mucho menos a gritar goles propios. Pero aquella tarde de domingo Javier Lux sintió que tenía que ir para adelante. Se lo debía al equipo. Se lo debía a él mismo. Pero en especial, se lo debía a ella. A su madre del corazón. A la mamá del corazón de todos los pibes de Racing. A la mamá de Racing. Esa que se había ido hace muy poco y todavía se extrañaba a rabiares en todos los rincones del club. A ella. A Elena Margarita Mattiussi. A Tita. Se lo debía a ella.

Aún parecía difícil de creer. Una complicación respiratroria se la había llevado a los 79 años. Y el día a día se hacía raro y complicado. Algo faltaba. Una parte propia, más allá de la desaparición ajena. Desde ese 3 de agosto de 1999 la vida no volvió a ser la misma para el grupo de pibes académicos que vivían en la pensión del estadio y que habían tenido que hacerse hombres de golpe. De la noche a la mañana habían perdido a su Tita. El café con leche a la mañana ya no tenía el mismo aroma. Las anécdotas interminables de una vida junto a Racing tenían la misma magia al ser contadas. Las camisetas no tenían el mismo brillo después de cada lavada. Y tanto los consejos como las palabras de afecto ya no tenían consigo el mismo amor de madre.

Pero la vida debía seguir. Y de igual modo Racing continuaba con su peregrinaje a lo largo del Apertura 99. En medio de vaivenes institucionales que cada vez dejaban al club con menos margen entre la espada y la pared, un equipo amalgado con algunos referentes junto a muchos pibes de la cantera le ponían el pecho a la situación. Y en esa ocasión, ese 19 de septiembre de 1999 por la séptima fecha del torneo, el joven Javier Lux le puso el pecho y el alma tanto al partido como a un festejo con tintes de desahogo y de homenaje, que quedó inmortalizado por siempre en el corazón de todo el pueblo racinguista.

La cosa no había empezado bien para la Academia, como era habitual por esos días. Solo un minuto después del pitazo inicial del árbitro Madorrán, Iván Moreno Y Fabianesi puso en ventaja a Rosario Central, que lo ganaba en el Cilindro. Pero con el paso de los minutos se empezó a notar que el juego lejos estaba de entregarles una jornada de tristezas a los académicos y académicas presentes. A los 28 minutos Lux, acostumbrado más a robar pelotas que a definir goles, se encontró con el balón enfrente en el área y no perdonó. Gol. Sí, gol. Gol suyo en el Cilindro. ¿Y qué iba a hacer un chico del riñón del club ante tamaña alegría? ¿De qué forma iba a poder exteriorizar eso que todos sueñan, perio que queda reservado para unos pocos? Empezó la carrera serena hacia el lado del banco de los suplentes y mientras lo hacía, se levantó con ambas manos la camiseta, para mostrar la remera que realmente deseaba mostrar en ese momento. "Gracias Tita", rezaba de manera silenciosa, entremedio de un griterio de júbilo ensordecedor. Un gesto simple, pero que marca y define gran parte de la vida de las personas: el agradecimiento. A ella. A su madre del corazón. A la mamá de todos. Esa que hacía muy poco se había ido, pero que estaba más presente que nunca. Y la remera de Javier Lux habló por el mismo y habló por todos. Desde el alma y desde el corazón.  

La imagen quedó inmortalizada no solo en las retinas del público presente, sino en el Diario Deportivo Olé, que incluso decidió imprimir días después un poster con la icónica y emotiva foto en la que Lux es corrido por el Mumo Peralta y el uruguayo Cannobio. Desde aquel día en adelante la imagen ha quedado en la memoria colectiva académica, como un símbolo de amor y de agradecimiento eterno a la esencia racinguista en sí misma, simbolizada en la figura de la eterna Tita.

Racing ganó ese partido finalmente por 2 a 1. Lux dejó de ser ese pibe del club para transformarse más tarde en campeón junto a Mostaza Merlo y a un equipo que hizo historia. Años después se fue del club y jugó en varias instituciones del país, hasta que en el 2009 se retiró del fútbol y volvió a su pueblo, en la ciudad santafesina de Carcarañá, para dedicarse a la actuividad agrícola junto a su familia. Hoy, con 42 años, está alejado de la actividad, pero sigue ligado a Racing desde el afecto eterno del hincha que cumplió el sueño de jugar en su equipo y que además, pasó por lo peor y también por lo mejor. Hace algunos meses estuvo de visita en el club. Y cuando fue a la pensión juvenil un chico le mostró ese póster. Él lo miró en silencio, se emocionó por un instante, retrocedió mágicamente 20 años y les relató a los chicos presentes quien había sido Tita Mattiussi y porque esa tarde de domingo esa suya remera se había escuchado en todos los rincones del Cilindro.  
      
Foto: Archivo del Diario Deportivo Olé.