El Club

Más allá de la lógica, más allá de la razón...

Viernes 12 de Junio de 2020
La pasión por Racing, según el evangelio de Diego Milito, un enfermo por los colores. Lo cuenta el periodista Leandro Laface.
Más allá de la lógica, más allá de la razón...
La pasión puede ser un mar de neblina sobre la realidad. Dónde manda la pasión, no lidera lo razón. Estar siempre. Siempre. El famoso sentimiento inexplicable, el que llegó a formar parte de las estrofas de una canción, es un paralelismo con el fanático de La Academia. "El hincha de Racing está enfermo", te dicen algunos para describirte. Y si esta calificación es real también podemos afirmar que Diego Milito está enfermo.

Y puede ser que sí. La enfermedad de la locura, del amor. Racing cerró el 2013 con 16 puntos, una de las peores campañas de su historia. En mayo de 2014 finalizó el Torneo Final. ¿Con cuántas unidades? 17. Sí, estamos hablando de un ciclo condenatorio, que podría tener un descenso en el horizonte. El Príncipe, después de 10 años en Europa y el recuerdo imborrable del 2001, volvió a este equipo.

Junio de 2014. "Vuelvo a mi casa", dijo en la presentación. Se puso la piel sagrada en San Luis, por la Copa Argentina. Días después, convirtió el primer gol de la vuelta en Florencio Varela, en la primera fecha del campeonato. En la jornada 2 se reencontró con su pueblo: Cilindro de Avellaneda, Racing vs San Lorenzo. "Milito es de Racing, de Racing de verdad", gritaba la gente. Él saludaba tocándose el escudo. Nadie sabía lo que iba a pasar 6 meses después. Nadie.

14 de diciembre de 2014. Las puertas del Cilindro se abrieron en las primeras horas de la tarde. A falta de 4 horas para el inicio del duelo ante Godoy Cruz ya no entraba un alma. Cuando el "vamos La Acade, hoy te vinimo' a ver, todos de la cabeza" se estaba gritando, apareció él por el túnel para hacer la entrada en calor. Se cantó más fuerte, el "hoy no podes perder, tenés que dar la vuelta" se suplicó. Era ese día, Racing. Era ese día, Diego.

Y ahí estaba la coreografía de su vuelta, la de cada partido de local. Tomó una pelota de las que estaban relajadas en la puerta del área y se la llevó al cartel que está debajo del escudo. La acarició, la hizo rebotar y el "Miliiiii, Miliiiiii" retumbó en Avellaneda. Él agradeció, pero su cabeza, seguramente, estaba en otro lado.

"La gente para nosotros es fundamental. Mirá cómo está la cancha. Para nosotros es un hombre más. Racing es todo, es mi vida, volví para esto, no puedo pedir más nada", dijo tres semanas antes después del partido contra River. Y ahí estaba su gente, su pueblo, otra vez, como siempre, listo para la última batalla.

Salió el equipo, con él a la cabeza. Saludó, miró al cielo, los juntó a todos para la foto, para esa imagen que podía llegar a quedar inmortalizada para siempre. Mirá si eran enormes las ganas que tenía de salir campeón que a los 30 minutos del primer tiempo se animó a patear un tiro libre. La pelota se fue besando el travesaño.

El título de 2014 apareció de la mano de El Príncipe: fue la piedra sobre la que se reconstruyó el fútbol y el primer paso hacia la expansión internacional.



En el complemento, llegó el gol de Centurión. Y Diego lo celebró con la gente, se abrazó con Aued. Faltaban 45 minutos, una vida. Sólo había que resistir. Él, el líder de ese ejército, sabía que había 60 mil personas dispuestas a dejar la garganta para sostener el resultado. Fue pasando el tiempo, pero el destino no traiciona a quien lo busca.

45 minutos del segundo tiempo y, por ahí, la última imagen antes del silbatazo final. Despejó Pillud, llegó a cabecear Hauche y la pelota le quedó a Diego. Un balón cansado, 11 guerreros sin respiración, un público llorando de emoción por estar a la puerta de la gloria. Y él, el líder, el capitán, la tomó, sintió un pequeño empujón y se dejó caer. El árbitro cobró falta y el último "Miliiiii, Miliiiiii" bajó de la platea, se escribió en la popular.

Silbatazo final. Racing campeón después de 13 años. El "olé, olé, olé, olé, olé, olé, olá" se interrumpió por un grito de emoción. Diego se arrodilló. Se abrazó con Hauche. Él lloró, nosotros lloramos, todos lloraron. 6 meses nada más. 6 meses. De la pesadilla a la felicidad. El árbitro no sólo decidió que se terminó, también oficializó el fin de la era del Príncipe, que comenzó la de Rey.

"Buenas noches a todos. La verdad que no tengo palabras, estoy emocionado. Cuando volví soñaba con esto. Y hoy puedo decir que somos campeones devuelta. Quiero agradecerles a todos ustedes, a la gente, que hacen que Racing sea cada día más grande. Hoy hubiésemos necesitado dos Cilindros, los hubiésemos llenado los dos, como hicimos en el 2001. Vamos a festejar que somos campeones devuelta, carajo", cerró esa noche.

Estabas mal. En el piso. Sin fuerza. Anticipando que se te venía lo peor. Y llegó un tipo, un viejo conocido, te agarró la mano y te recordó lo grande que eras. Te llevó a lo más alto y no se conformó con eso. Sí, Diego Milito está enfermo, como todo hincha de Racing y, por suerte, no tiene cura. 

Leandro Laface (Periodista)