Efemérides

Ídolos académicos: Rubén Bravo, el señor de los goles.

Jueves 24 de Agosto de 2017
Nacido en Rosario, llegó al club en 1946 y se transformó en la carta de peligro del equipo que se consagró en 1949, en 1950 y en 1951. Está entre los máximos artilleros de la historia racinguista. Lo recordamos en un nuevo aniversario de su partida.
Ídolos académicos: Rubén Bravo, el señor de los goles.
Primera verdad que está clara: la historia no empezó ayer. Segunda verdad indiscutible: la historia merece ser contada. Tercera verdad irrefutable: es fundamental conocer la historia para saber quién es uno y hacia dónde va uno. Racing, con 114 años de vida, con un pasado repleto de gloria, tuvo a lo largo de tantos años símbolos que forjaron la identidad del club, que desataron el amor de multitudes y que le entregaron la grandeza de la que todavía hoy disfruta. Por eso, como homenaje respetuoso, como saludo eterno, se los recuerda en las fechas que ya les pertenecen. A los ídolos académicos, simplemente gracias. 

Con el arco entre ceja y ceja. Siempre. Desde que era un pibito que pateaba en los potreros de Rosario. Porque los goleadores son así y Rubén Bravo era eso: un goleador. Se destacó desde chiquito en cualquier cancha donde lo pusieran. La rompió en Rosario Central durante cinco temporadas como sucesor de Gabino Sosa. Y Racing puso los ojos en él y se lo trajo en 1946 junto a Héctor Ricardo y a Roberto Yebra. Pocos podían imaginar en ese momento el rédito futbolístico que traería el combo de tres jugadores que costaron alrededor de $220.000 de esa época. Era cuestión de tiempo.

Bravo, nacido el 16 de noviembre de 1923 cerca del Río Paraná, acumuló méritos en su club de origen y arribó a Avellaneda con la idea de lograr que la Academia consiguiera el título local que se le venía negando desde 1925. No tardó mucho en volverse una referencia en el ataque porque, en sociedad con Norberto Méndez y con Llamil Simes, se sintió cómodo enseguida ante los arcos contrarios. Racing lo disfrutó en el campo y lo utilizó para alcanzar la gloria, de forma consecutiva, en 1949, en 1950 y en 1951. Ese equipo, el primero en ser tricampeón en el profesionalismo, fue una verdadera maravilla que se ganó merecidamente un lugar en las páginas más importantes del fútbol argentino.

Con la casaca celeste y blanca, disputó en total 149 partidos y convirtió 88 goles. Su debut ocurrió el 21 de abril de 1946 en un triunfo por 1 a 0 ante Lanús y su primer tanto lo marcó el 5 de mayo de ese mismo año en una victoria por 3 a 2 frente a Huracán. En el período en el que estuvo en la Academia, formó parte en reiteradas ocasiones del conjunto nacional por su gran rendimiento cerca del área adversaria. Se fue del club justo después de su última consagración. De hecho, su último encuentro fue el desempate ante Banfield, el 5 de diciembre de 1951, en el que Racing se impuso por 1 a 0 con un zapatazo bárbaro de Mario Boyé. Luego de su retiro, fue entrenador de la Primera División en 1962. 

Nueve de aquellos, falleció a los 52 años, el 24 de agosto de 1976, mientras dirigía a Talleres en una gira por Centroamérica. Su recuerdo se sostiene de pie, con forma de gol, en la memoria de todos los que saben apreciar a los tipos formidables.