Fue de los primeros en defender los colores del Club, porque se incorporó en 1907, apenas cuatro años después de la fundación, y tres almaques después empezaba a dejar su marca, esa que permanece en la historia. Porque en un recorrido institucional y deportivo rico desde sus orígenes, los primeros pasos, esos que son pilotes para la posterior construcción, resultan relevantes. Y ganan, por derecho propio, el reconocimiento de las generaciones posteriores. Entonces, José Romero Seminario jamás caerá en el olvido, como otros tantos de aquella estirpe de visionarios.

Defensor central, estableció un modelo para el puesto por fortaleza física, capacidad técnica y aporte desde la retaguardia. Seminario nació en 1891 y recaló en Racing a los 16 años luego de un fugaz y juvenil paso por el Club Atlético Comercio. Gracias a su imponente anatomía -pesaba más de 90 kilos-, se decidió ubicarlo en la última línea como barrera para los adversarios. Y la apuesta funcionó muy bien. Fue referente de Saturnino Ochoa y, con el paso de los campeonatos, conformó una gran dupla con quien sería su sucesor. También fue compañero en esa zona de la cancha de Emilio Firpo y de Alberto Allan, dos símbolos de la primera época futbolística de la institución.

En la etapa previa al ascenso de Racing a Primera División, objetivo conseguido en 1910 luego de derrotar a Boca por 2 a 1, El Gordo o Perucho, como lo llamaban en el plantel, se destacó como goleador. En total, convirtió 50 goles a lo largo de su extensa carrera. Una vez retirado, participó en varias Comisiones Directivas del club y fue nombrado socio vitalicio y socio honorario. Alcanzó, incluso, a trabajar en la Subcomisión de Fútbol. 

Seminario falleció joven, a los 46 años, el 12 de junio de 1937. En un nuevo aniversario de su partida, todo Racing lo recuerda.