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El fútbol que transforma

Miércoles 18 de Diciembre de 2019
Racing visitó a La Nuestra Fútbol Feminista en su cancha en la Villa 31 para dejar en claro que el derecho a jugar es de todas y de todos. Hubo gambetas, goles y la sensación de que a esta historia se le pone el cuerpo en cada potrero.
El fútbol que transforma
Luciana Bacci sonríe. Y sonríe. Y sonríe. De golpe, no se aguanta más lo que tiene atragantado y, con el sol del atardecer golpeando contra las casas del Barrio Güemes de la Villa 31, suelta: “Esto me devolvió las ganas de todo”. 

La miran y la escuchan las protagonistas de La Nuestra Fútbol Feminista, una experiencia deportiva y política surgida el 6 de noviembre de 2007 con el objetivo de reivindicar que el derecho a jugar al fútbol debe quebrar las barreras de género y de clase que existen en casi todas partes del mundo. Mónica Santino, la referente del proyecto que llevan adelante más de 100 niñas y mujeres, le devuelve un abrazo y unas cuantas palabras de agradecimiento. Es un martes de diciembre no especialmente caluroso y Racing está ahí, en ese rincón postergado y estigmatizado del norte de la Ciudad de Buenos Aires, porque sus jugadoras levantan banderas dignas de orgullo.

Entre la presentación y la entrada en calor, la infaltable selfie. Bacci, Florencia Romero, Rocío Díaz, Rocío Iuzzolino, Sofía Giannini, Mariana Laviña y Dolores Maregatti, acompañadas del técnico Antonio Spinelli, no sólo posan para las fotos sino que posan los oídos en las preguntas que surgen desde las gargantas de las más chiquitas. Una se anima a consultar si se puede seguir jugando al fútbol cuando se es vieja. Otra, activa mediocampista del primer equipo de La Nuestra, aprovecha la ronda inicial para ofrecer una bienvenida que conmueve. Sin embargo, el verdadero diálogo sucede cuando la pelota empieza a correr y los pases se tornan el medio de comunicación que refleja el encuentro entre muchas historias que, de alguna manera, pertenecen a la misma historia. 

A las 18 comienza la práctica y los varones que dan vueltas se retiran sin chistar. No hay casualidad en lo que ocurre: años y años -12 temporadas ya- de luchas cotidianas para ganarse un lugar que, hasta hace no tanto, era inhabitable para las mujeres. “Nos llevó mucho tiempo lograr que entendieran que nosotras también tenemos derecho a jugar. Conseguimos la legitimidad a fuerza de demostrar que nos plantamos en la cancha como en la vida”, explica una de las entrenadoras mientras coordina un ejercicio de posesión y de presión en espacios reducidos. Cuenta la leyenda del barrio que la cancha, hoy de impecable césped sintético, nació durante la última dictadura luego de que las topadoras castrenses arrasaran con las casas de gran parte de las familias de la Villa 31. Quienes pudieron seguir viviendo ahí decidieron transformar la suma de escombros en un sitio en el que construir, a través del fútbol, momentos felices con otra gente.

Cuando llega la hora de la verdad, aparece la improvisación: Romero, zaguera central, prueba suerte de nueve pero termina lejos de las cualidades que la condujeron a ser la capitana de la Academia; y Bacci, normalmente lateral por la derecha, muestra su faceta de volante creativa y sorprende convirtiendo dos goles. Las demás, en cambio, respetan sus posiciones y se destacan. Todas, en última instancia, cumplen con el objetivo: aprender de quienes les abrieron las puertas de su cancha. “Es muy valioso que nuestras chicas puedan empezar a identificarse con jugadoras. En mi época no pasaba porque sólo había referencias masculinas en este deporte”, enfatiza Santino.

El cierre es con una bandera de Racing de por medio y con la promesa de sostener de acá en adelante una relación parida a partir del deseo de que la pasión por la número cinco funcione como una excusa para cambiar lo que hay que cambiar. Por eso que, a esta altura, con el sol escapándose por el sector opuesto al puerto, ya nadie duda de por qué Bacci sigue y sigue sonriendo.

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