Fútbol Masculino

Y tembló San Pablo

Jueves 14 de Septiembre de 2017
De celeste y blanco se pintó el Arena Corinthians. Más de 600 hinchas viajaron para alentar a la Academia y terminaron la noche aplaudidos por los jugadores. Otra muestra de todo lo que puede este amor.
Y tembló San Pablo
La nena observaba con los ojos desorbitados. A su alrededor, a pocas cuadras del centro histórico de la ciudad, cientos de personas cantaban y cantaban sin que nada las detuviera. Sorprendida, la nena enfocaba en silencio a su mamá con la esperanza de recibir una explicación frente a semejante fenómeno. Aunque lo intentó, aunque buscó descifrar el misterio, la mamá no logró que de la boca le salieran palabras coherentes. Entonces le apretó fuerte la mano a su hija como hacen las mamás cuando quieren decir que todo está bien y la invitó con la mirada a que no se olvidara del sonido que les inundaba los oídos. Experta en cuestiones de amor, la mamá, sin saber que delante tenía a la hinchada de Racing, comprendió inmediatamente que estaba siendo testigo de un latido de corazón colectivo.

“Esto es impresionante”, dijo uno. “Parece un teatro”, agregó el de al lado. “Zarpada cancha”, cerró otro sin apelar a ninguna metáfora. Ni una sola de las más de 600 personas que viajaron a San Pablo a alentar a la Academia pudo evitar deshacerse en elogios hacia el Corinthians Arena. Imponente desde todos los rincones, con forma de nave espacial, su dominio de las charlas en la previa resultó evidente: que los baños son mejores que los de un hotel, que las pantallas están a la altura de los cines más modernos y que el buffet tiene la pinta de un restaurant. Acostumbrados a escenarios bastante más incómodos, algunos también se dieron el lujo de esperar la salida de los jugadores recostados en los asientos. Nadie se animaba a afirmarlo pero la frase se palpaba en el aire: se estaba delante de una gran noche.

Efecto dominó. En cuanto el primero apareció con el vaso, no hubo quien resistiera la tentación de llevarse el recuerdo para Argentina. Los vendedores de tribuna, avivados del impacto del producto, presionaron alto y atacaron mucho: 20 reales por allí y 20 reales por allá para que el negocio terminara siendo redondo. Casi como si la cita tuviera carácter mundialista, en el vaso, sagrado pero sin agua bendita, se leía la palabra Corinthians, se leía la palabra Racing y se leía una fecha que, a partir de ese momento, dejaría de ser cualquier fecha: 13 de septiembre de 2017. En la batalla para contener la ansiedad, las selfies con el suvenir aferrado entre las manos se llevaron el primer premio.

Cuando Licha controló y se perfiló para la zurda, a Sebastián se le desató un cosquilleo profundo en los brazos. Cuando Cassio se sacudió con el remate y ofreció un rebote corto, a Leo se le contracturó la mandíbula por la tensión. Cuando Triverio dominó la pelota y advirtió que nada se interponía entre él y la red, la sangre de Juan empezó a correr por el sistema circulatorio a una velocidad que pocas veces había alcanzado. Y cuando el goleador abrió la boca para devorarse al mundo, Federico comprobó que las piernas se le aflojaban sin que él les diera la orden de aflojarse. Gol valioso entre los goles valiosos, los cuatro demoraron nada en darse cuenta de que el empate justificaba cuestionar la física y se abrazaron como si fuera posible dejar de ser cuatro para pasar a ser uno.

Una remera. Y otra. Y otra más. Hasta llenar el cielo de camisetas volando. Cada día te quiero más. Soy de Racing. Es un sentimiento. No puedo parar. Algún celular se encendió pero la mayoría eligió que las propias retinas registraran la historia. Licha caminó hacia donde los capitanes caminan. Licha levantó los brazos. Licha clavó los ojos con la misma intensidad con la que la nena miraba a la gente cantar en el centro de la ciudad. Licha arrancó a aplaudir porque entendió que nada sería lo mismo si no estuvieran los que siempre revolean las remeras. Y ahí, justo ahí, en una fugacidad mágica, en ese encuentro entre el de adentro y los de afuera, San Pablo, la inmensa San Pablo, tembló.
 

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