Walter Machado da Silva consiguió lo que sólo consiguen los elegidos: dejar una marca en las retinas de todo aquel que lo vio jugar. La rompió en Racing en 1969 y recibió ovaciones en español; brilló en Vasco da Gama entre 1970 y 1974 y recibió ovaciones en portugués. Crack compartido por ambos clubes, su impronta asoma de nuevo cuando falta poco para que ambos equipos se crucen en el Estadio São Januário en el contexto de la cuarta fecha de la Copa Libertadores.

Nacido el 2 de enero de 1940 en el municipio paulista Ribeirão Preto, llegó a la Academia después de completar una buena actuación en el Mundial 1966, donde disputó seis encuentros y convirtió dos goles, y de frustrarse su llegada al Barcelona al encontrarse inhabilitados los extranjeros para jugar en la liga. Racing venía de ser campeón del mundo y tenía encima la impronta del Equipo de José. Pero el arribo de Machado da Silva modificó el panorama porque su talento lo condujo a la fama inmediatamente: aunque sólo estuvo un año en el club, se consagró goleador del Torneo Metropolitano con 14 tantos y deslumbró a propios y a extraños con una técnica fuera de lo común.

Su estadía fugaz cerca del Cilindro se terminó antes de que su jerarquía condujera a la Academia a la gloria. Pasó directamente al Vasco da Gama y tardó poco en ser protagonista de una gesta que la institución brasilera necesitaba: obtuvo el Campeonato Carioca tras 12 años de sequía. Compartió equipo con Edgardo Andrada, Joel, Rossi, Alcir, Batista, Fidelis, Jailson, Buglê, Tiâo y Kosilek. Andrada, arquero argentino que disputó 284 encuentros oficiales en Rosario Central, fue imputado en una causa por delitos de lesa humanidad cometidos en el marco de la última dictadura nacional.

“Era increíble. Parecía que estaba un segundo adelantado al resto”, certifican los hinchas de uno y de otro. Y habrá que creerles nomás. Machado da Silva ya forma parte de la memoria más gloriosa de nuestro fútbol. Se hable el idioma que se hable.