Cuando las cámaras lo enfocaron después del triunfo, la sonrisa se le marcaba de oreja a oreja. Intentó contener la alegría pero le resultó imposible. “Desde la entrada en calor sentí que iba a tener un buen partido”, dijo Matías Zaracho ni bien lo consultaron sobre su descollante actuación en la victoria por 3 a 1 ante Talleres. Propios y extraños desparramaron elogios sobre su figura cuando, a los 42 del segundo tiempo, Julián López lo reemplazó. Desde la tribuna celeste y blanca llovieron aplausos. Totalmente lógico: no cualquiera puede hacer adentro de una cancha lo que Zaracho hizo el lunes en el Estadio Mario Alberto Kempes para que Racing se asegurara cerrar el año en lo más alto de la tabla.

De a ratos, dio la sensación de que Zaracho, en el club desde los ocho años, estaba en todos lados. Y, en casi todos los ratos, dio la sensación de que Zaracho sabía de antemano lo que demandaba cada acción del juego. Fundamental al momento de presionar alto para recuperar lo más rápido posible, importantísimo para elaborar a partir de la acumulación de toques cortos, terminó el encuentro como el futbolista que más pases correctos dio (60) y el que más veces recibió de sus compañeros (56). Como si fuera poco, con 6 quites, acabó como el que más interrumpió a lo largo del encuentro.

Mediocampista con un recorrido de área a área, hasta estuvo cerca del gol. En una maniobra exquisita que incluyó un giro de 180 grados, justo a los 20 de la segunda etapa, sacó un remate cruzado que podría haber sido el cuarto tanto. La amarilla que recibió -por colaborar a pura generosidad con la marca- por supuesto que no empañó un rendimiento a la altura de las expectativas que genera un chico que ya fue citado por Lionel Scaloni a la Selección en la última tanda de amistosos.

Ese es Zaracho, el que salió del Predio Tita, el pibe del que hablan todos.