Por más que a veces se intente afirmar lo contrario, en el fútbol hay muy pocas cosas que no tienen explicación y que quedan libradas al concepto del azar. La mayoría de los sucesos que trascienden durante los 90 minutos adentro de la cancha cuentan con alguna explicación lógica; tanto las causas que las originan en base al juego, como las consecuencias que se producen por el mismo accionar. Racing Club jugó ante Boca Unidos con la vocación y la decisión de ganar, pero no pudo hacerlo. Superó a su adversario en todas las facetas a lo largo del tiempo reglamentario, pero esta ventaja deportiva no se tradujo en el gol a favor necesario para el triunfo. Así se llegó a la tanda de penales, que igualó el marco de situación y puso a ambos equipos a pocos tiros de definir cuál seguiría adelante. Y en este caso los correntinos se equivocaron menos y fueron más certeros para cerrar la definición por 4-3 a su favor y pasar de fase. La Academia se quedó con las manos vacías y sin más camino por recorrer en esta Copa Argentina.

A pesar de las condiciones irregulares del campo de juego, de la incesante tormenta y del escenario deportivo planteado por un adversario que salió a apelar a la especulación y al contragolpe como herramientas fundamentales de su juego, Racing salió a imponer condiciones, tanto desde su jerarquía individual, como desde su fútbol. Junto a la entereza de una defensa bien plantada que contó con las proyecciones ofensivas por los costados tanto de Soto como en especial de Pillud, el mediocampo se repartió la sapiencia de Díaz a la hora de capturar la pelota para efectuar el primer pase generador de juego, junto al aporte de González, en la tarde de su regreso oficial al equipo, más abocado a la búsqueda de la pelota que dañara de tres cuartos de cancha hacia adelante. Zaracho y Solari pudieron erigirse como alternativas firmes a la hora de las combinaciones en el juego corto, pero también demostraron ser de utilidad cuando el balón se trasladó cerca de los laterales y los exigió al juego de uno contra uno para finalizar en algún remate hacia el arco o en algún desborde orientado hacia los delanteros. Arriba, en los metros finales y siempre con el olfato destinado al gol, tanto Licha como Cvitanich se mostraron ávidos para el fútbol de toque simple con algún compañero mejor ubicado, pero también atentos a generarse esas ocasiones propicias al gol que sólo ellos son capaces de ver en la cancha.

Los primeros instantes de estudio no dejaron lugar a dudas: la pelota, la propuesta y el ímpetu por llegar al gol serían propiedad casi monopólica de Racing hasta el final del partido. El fútbol de Boca Unidos basado en el repliegue y la acumulación de gente destinada a la marca en su campo en lo defensivo, intentaba en lo ofensivo traspasar el muro defensivo racinguista con algún pelotazo largo o alguna escalada individual. Pero los dirigidos por el Chacho no dejaron que los correntinos llevaran a cabo ni una ni otra de las alternativas. La Academia se hizo del balón y las opciones empezaron a sucederse con el paso de los minutos. Lo buscó Lisandro primero y más tarde Solari con un impacto en el travesaño. Lo tuvo debajo del arco Cvitanich, pero Godoy le ahogó el grito en la mismísima línea. Díaz, Pillud y Zaracho también se encontraron cara a cara con la apertura del marcador, que a esas alturas ya resultaba algo lógico, pero en cada ocasión clara de soltar el primer grito de la tarde se puso enfrente la figura del arquero Aquino para impedir el festejo que todo el pueblo académico aguardaba por lanzar a los cuatro vientos.

La lluvia pasó de ser un mero espectador de lujo en Lanús a transformarse en un actor de relevancia en el partido, junto a los relámpagos y a los rayos que en varios momentos hicieron analizar al árbitro sobre la continuidad de las acciones. Finalmente el fútbol siguió en el sur y pocas cosas cambiaron con respecto a lo mostrado por ambos equipos en la primera etapa. Boca Unidos se acomodó de manera más prolija en el terreno, a sabiendas de que sus chances dependían más de lo que pudieran hacer en la faceta de la neutralización defensiva que en la ligada a la creación ofensiva. Los académicos se plantaron con sus líneas altas en la cancha y con la pelota a disposición. La meta continuaba siendo la de llegar al gol. Y las ocasiones volvieron a aparecer, aunque en menor medida con respecto a la mitad inicial, pero volvió a faltar el último toque que propiciara el gol. Zaracho volvió a contar con una chance clara, al igual que un cabezazo a contrapierna de Cvitanich que escapó apenas alto. Ninguna terminó en gol. Pero el reloj cada vez otorgaba menos margen. El tiempo se acababa y Coudet hizo ingresar a Rojas y luego a Barbona, ambos de estreno con la casaca académica, en busca de soluciones pero el cambio de los factores en la cancha no alteró el producto final del cero a cero. Y el devenir fue uno solo ante este panorama: los tiros penales.

De esta manera y tras varios minutos de adición en medio de una tormenta tan incesante como el aliento académico de la gente en las tribunas, el árbitro Mastrángelo le puso punto final al partido. Y en este punto lo hecho por ambos equipos en el partido ya no interesó, porque el pasaje hacia la instancia siguiente del torneo pasaba a jugarse desde otro lugar que poco tenía que ver con los méritos acumulados durante el juego, pero que exigía pericia a la hora tanto de la definición como de la contención. Arias tapó dos y a pesar de que Lisandro, Rojas y Pillud acertaron, Barbona, Cvitanich y Díaz no pudieron en sus intentos. Y así se cerró todo. Más allá del juego y de los merecimientos, Boca Unidos fue más efectivo desde los doce pasos. Por eso la Academia se quedó afuera de la Copa. 

Fotos: Fotobaires.