Hay acontecimientos que se ganan un lugar en las mejores páginas de la historia en el mismo momento en que están trascurriendo. Eso mismo sucedió con la reforma del Estatuto, aprobada por la Asamblea Extraordinaria en la noche del miércoles 18 de diciembre. Mucha gente se acercó al salón del tercer piso de la Sede Avellaneda para formar parte de una cita que seguramente marcará un antes y un después en la vida de la Academia. El 27 de diciembre de 1974 se había modificado por última vez la carta magna que rige los destinos del club. En esta oportunidad, como muestra de la voluntad de consenso y del amor por los colores, la inmensa mayoría de los puntos fue aprobada por unanimidad.

“El nuevo estatuto satisface una demanda de muchos años y actualiza algo que era muy necesario", expresó Víctor Blanco al término del cónclave. El presidente remarcó también la importancia de la nueva norma porque "se adecua a los tiempos que corren y porque surgió después del trabajo minucioso de una comisión que incluyó a los diversos actores de la vida del club. Es una gran satisfacción que un 95 por ciento del texto haya contado con la aprobación del total de la Asamblea y que, para el resto, se alcanzara un rápido acuerdo". Al mandatario lo acompañaron casi todos los miembros de la Comisión Directiva, quienes destacaron en todo momento la labor del grupo de especialistas en derecho que llevó adelante el proyecto.

En un escenario en el que la prioridad fue ubicar a Racing por encima de los intereses y de los deseos personales, hubo algunos artículos que fueron modificados por consenso -por lo general, a partir de mociones de la minoría-: el 1, el 10, el 11, el 30, el 31, el 74, el 88, el 90 y el 141. La situación de los socios vitalicios, las nuevas regulaciones para las filiales y el cupo femenino estuvieron entre los temas más debatidos. Sobre los vitalicios, se acordó que ingresarán a esa categoría quienes tengan 60 años o más y cuenten con una antigüedad como asociados de 35 años ininterrumpidos. La cantidad de socios vitalicios no podrá superar el ocho por ciento del padrón electoral. Se conformará, a su vez, una lista de espera para quienes hayan cumplido con ambos requisitos. Además, se aclaró que esta normativa entrará en vigencia el 1 de enero de 2026. Respecto a las filiales, se votó que no puedan conformarse nuevas filiales a menos de 60 kilómetros de Avellaneda y que no pueda haber menos de 50 kilómetros de distancia entre una filial y otra. Y, en relación al cupo femenino, se decidió que en toda comisión directiva deba haber como mínimo dos mujeres entre los 19 integrantes, algo más del 20% (la cantidad anterior de miembros de CD era de 15, sin referencias de género).

Pensada como una herramienta moderna y eficiente que sirva para conducir a la Academia durante las próximas décadas, el inicio del texto deja asentado el espíritu con el cual fue soñado el club en los albores del siglo XX: “RACING CLUB es una asociación civil de personas humanas sin ánimo de lucro, con personalidad jurídica propia fundada el 25 de marzo de 1903, con domicilio legal en la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, que se regirá por la ley, este Estatuto y las normas correspondientes. Su duración es ilimitada en el tiempo, es decir perpetua. Su sede social se encuentra en Avenida Mitre 934, Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. La institución tiene plena capacidad jurídica y, en consecuencia, puede realizar todos los actos jurídicos y de comercio autorizados por la ley y este Estatuto”. Para estar a la altura de los anhelos de los fundadores, la reforma incluyó las cláusulas suficientes como para impedir que Racing adopte en el futuro cualquier forma jurídica que quite a su masa societaria el derecho de ser la única dueña de la institución. 

Como la transparencia fue, es y será un objetivo primordial, la flamante normativa estará a disposición próximamente en el sitio oficial. Seguir construyendo un Racing cada día más grande es la tarea a la que debemos abocarnos. Reformar el estatuto era una obligación. Hoy, ya es una realidad. 

Fotos: Paola Lara y Juan Carlos Baldovino