El Club

La vigencia de una voz

Lunes 11 de Mayo de 2020
Hoy se cumplen 46 años del asesinato del padre Carlos Mugica, un reconocido hincha de Racing, apasionado por los colores. En épocas de pandemia instalada con fuerza en los barrios postergados, ahí donde él llevó su palabra y su obra, su testimonio renueva vigencia.
La vigencia de una voz
Su vida fue palabra y acción. Porque tomó la opción de los postergados, de los desechados por el sistema, cuando su origen le permitía elecciones de comodidad. Coherencia pura, el padre Carlos Mugica, de quien hoy se cumple el 46° aniversario de su asesinato a manos de un grupo parapolicial -porque el genocidio de la dictadura militar, a partir del 24 de marzo de 1976, tuvo el camino pavimentado por los crímenes de organizaciones paraestatales, como la Triple A, desde dos años antes-, fue un hincha reconocido y pasional de Racing, al extremo de haber acompañado al Equipo de José a la primera final mundialista, en Escocia. Mugica hizo del sacerdocio una vocación de ayuda y también de denuncia.

Había nacido el 7 de octubre de 1930. Con 43 años, el 11 de mayo de 1974, luego de haber celebrado misa en la iglesia, San Francisco Solano, en Villa Luro, fue acribillado por la Triple A, tal como lo estableció la Justicia hace ocho años. Su obra sigue vigente, ahí en su parroquia, Cristo Obrero, en plena Villa 31. Y su voz, en épocas de pandemia de coronavirus instalada con fuerza en barrios marginados, sigue sonando como lo hacía a fines de los años 70 y como ya se lo recordó desde este mismo espacio. No ha perdido validez...

Señor, perdóname por haberme acostumbrado
a ver que los chicos parezcan tener ocho años y tengan trece.
Señor, perdóname por haberme acostumbrado
a chapotear en el barro. Yo me puedo ir, ellos no.
Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor de aguas servidas,
de las que puedo no sufrir, ellos no.
Señor, perdóname por encender la luz y olvidarme que ellos no pueden hacerlo.
Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no,
porque nadie puede hacer huelga con su propia hambre.
Señor, perdóname por decirles 'no solo de pan vive el hombre'
y no luchar con todo para que rescaten su pan.
Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí.
Señor, quiero morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos.
Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz.