Un golpe viene detrás del otro y no hay tiempo casi ni de respirar. En cuanto se intenta levantar cabeza, en cuanto se busca mirar levemente hacia adelante, otro sacudón se avecina, echa todo para atrás y zambulle al presente en un sinfín de incertidumbres. La seguidilla, como una gran maldición, se empecina en permanecer dando vueltas y no se marcha para que la sonrisa pueda, al fin, liberarse. Entonces, en un hoy que no se parece en nada al soñado, Racing, en una actuación opaca y poco convincente, volvió a perder, esta vez por 1 a 0 frente a Estudiantes, y sigue sin poder ganar en lo que va de la temporada.

El plan fue no quedar descolocado. De entrada, al menos. Con un técnico que estaba debutando y terminando al mismo tiempo, en un contexto que no invitaba a suponer tremendos cambios, el esquema volvió a ser el 4-2-3-1 que tanto se utilizó durante la temporada pasada. Ante un rival prolijo y con circuitos eficaces para mover la pelota, la superpoblación de la mitad de cancha permitió no perder, en ese primer tramo del partido, el eje. Así, con Mauro Camoranesi como encargado de darle descanso al ritmo frenético, la visita se las ingenió para que los locales no le impusieran condiciones en cada rincón del campo. Con sus líneas apretadas para no regalar espacios, pudo, además, en algún momento, incomodar a Gerónimo Rulli a través de la sociedad de José Gómez y de Gabriel Hauche por la banda derecha. Sin embargo, en términos generales, el conjunto de Mauricio Pellegrino fue, desde el primer minuto, el que asumió la iniciativa del duelo y el que buscó el arco contrario.

Había habido algunas insinuaciones –un desborde de Hauche, un remate de Patricio Rodríguez- cuando llegó la primera y única ocasión de los de Avellaneda en la primera mitad. A los 18, después de una incursión de Gómez por derecha, un centro cruzado lo dejó a Rodrigo De Paul cara a cara con el arquero. El 10, con espacio para resolver, eligió mal y su definición se fue por encima del travesaño. Mientras todavía duraba el lamento por la chance dilapidada, sucedió una acción que cambiaría el destino de la tarde: Camoranesi, con un tirón en su pierna derecha, debió salir y, a partir de ahí, la propuesta académica comenzó a desbarrancarse. Diego Villar lo sustituyó, el dibujo táctico mutó a un 4-4-2 y, de ahí en más, todo fue de Estudiantes.

Las situaciones de peligro se acumularon en la zona defendida por Sebastián Saja. Primero, a la salida de un lateral peinado por Guido Carrillo, Patricio Rodríguez pateó al lado del palo izquierdo. Más tarde, tras un centro de Leandro Desábato, Carrillo cabeceó solo y el arquero voló de forma espectacular para evitar la caída de su valla. Un ratito después, fue Román Martínez el que dispuso de una chance nítida que no capitalizó porque su tiro careció de la pericia. Superado en el desarrollo, dominado en el terreno, Racing aguantó como pudo, nunca como quiso, y dependió del azar y de la capacidad de su capitán para no irse al descanso perdiendo.

Si la historia pintaba difícil de cara al complemento, se complicó mucho más todavía cuando el Pincha se topó con la apertura del marcador. Apenas habían pasado sesenta segundos cuando una triangulación bien trabajada, con Israel Damonte como descarga, dejó a Leonardo Jara bien parado para desequilibrar por derecha. Matías Cahais no alcanzó a cerrar, el lateral pisó la raya de fondo y lanzó un buscapié potente que Gómez, a la carrera, metió en su propio arco. Golpeado, pero obligado por las circunstancias, Racing salió del encierro y planteó un cruce más abierto. Sin ideas, pero con Luciano Vietto muy movedizo, encontró una opción a través de un remate de Claudio Corvalán, de derecha, que se fue cerca del travesaño.

Sin orden y sin un patrón de juego para ir por la igualdad, la Academia se encomendó al rédito que le pudiera alguna aventura individual. Necesitado de soluciones, con Estudiantes metido muy atrás desde el cuarto de hora, Nacho González hizo ingresar a Juan Dinenno y a Ezequiel Melillo por Hauche y por De Paul. El delantero hizo su su estreno en Primera y los dos trataron de aportar aire fresco a un equipo con escasos recursos colectivos para generar situaciones de peligro. Se vio alguna mejora. Melillo, en su contacto inicial con la pelota, juntó dos rivales por izquierda y le cedió el disparo a Corvalán, que no terminó la jugada como se debía. En la siguiente, Dienno ganó en el área pero su cabezazo fue a las manos de Rulli.

El cuadro platense podría haber liquidado el encuentro en un contragolpe bien construido pero Saja, con una atajada bárbara, le ahogó el grito a Jorge Luna, que había entrado hace algunos minutos. La voluntad del arquero, que empujó a sus compañeros hacia adelante hasta el final, no fue suficiente para que no ocurriera lo que ocurrió: Racing se hundió un poco más en esta realidad de la que le está costando demasiado salir.