Fútbol Masculino

Una dedicatoria

Martes 09 de Abril de 2019
¿Para quién es este campeonato? ¿Por qué no alcanza con el festejo propio y se vuelve necesario enrostrarle la alegría al resto? 
Una dedicatoria
No se lo dedicamos ni a todos ni a todas ni a todes.

Nos lo dedicamos a nosotros, a nosotras y a nosotres.

Eugenia llegó sentada en el cochecito que conducía su mamá, miró con los ojos entornados cómo el sol iluminaba la tarde de Avellaneda y se coló entre la multitud para ver por primera vez a Racing. Llevaba puesta una remera que en la espalda tenía la 10 y su nombre. Su papá la vio llegar y no pudo contener la emoción: le hizo upa, se sintió campeón de nuevo y comprendió de inmediato que hay pocas cosas más valiosas en la vida que lograr que ciertas identidades persistan en el tiempo. 

Daniel caminó por las inmediaciones del Cilindro como lo hace cada vez que juega la Academia. Lucía la camiseta de siempre, la que a esa altura funcionaba como cábala. Es socio del club desde que nació, mantuvo su lazo con la Academia incluso en los años en los que debió esconderse porque a la Argentina la gobernaba una brutal dictadura y siguió tan de cerca la campaña del equipo que hasta viajó a Mar del Plata a ver los amistosos de verano. Canoso por el transcurrir de las temporadas, decidió pintarse parte de la cabellera de celeste para estar combinado con la camiseta que le hace latir el corazón. Una prueba más de que el fútbol invita a seguir soñando y a seguir creyendo aun cuando el horizonte se pone oscuro.

Lucía se levantó el domingo envuelta en ansiedades porque le habían dicho que sería parte de la fiesta del campeón. Ocho años, la ternura estampada en cada sonrisa y la certeza de que el fútbol esconde, además de goles, una pertenencia que no se consigue en cualquier lado. Se trajo la vianda desde su casa, pidió que le dejaran poner en palabras por qué se hizo hincha del club y fue de las primeras en entrar a la cancha de la mano de su mamá. “Lisandro López y Cvitanich son mis jugadores preferidos”, dijo como para que nadie dudara de a quién venía a alentar.

Cuando Licha pisó el césped, Eugenia, Daniel y Lucía, al igual que miles y miles en el Cilindro y en tantas otras partes del mundo, levantaron la voz y entonaron el irrepetible “dale campeón”. Y al rato, cuando se escuchó el también clásico “se lo dedicamo’ a todos”, a alguien se le ocurrió preguntarse por qué la alegría propia debía transformarse en un canto contra otros. La respuesta la encontró en la 10 de Eugenia, en el pelo de Daniel y en la sonrisa de Lucía: Racing, ese amor incontenible que no entiende de fronteras, resulta siempre un fantástico atajo para existir con otros, con otras y con otres.
 

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