Fútbol Masculino

Tarde, lluvia y multitud

Lunes 22 de Julio de 2019
Más de 10.000 almas despidieron al equipo con aplausos luego de una frustrante definición por penales.
Tarde, lluvia y multitud
-Algo tenemos con esta copa. No está hecha para nosotros.

-Debe ser. Qué sé yo. Igual, fue muy diferente a lo del año pasado. Hoy merecimos ganar.

-Sin dudas. Por eso, y porque somos campeones, los voy a aplaudir.

¿Arrancar por el final? Puede ser un buen comienzo para explicar lo que tantos rostros no podían terminar de procesar una vez acabada la tanda de penales: la eliminación de la Copa Argentina en un partido que debió haberse resuelto con comodidad en los 90 minutos. Fue Carlos, campera de la Academia sujetada hasta el cuello para no mojarse, el que lanzó la hipótesis del maleficio. El que bajaba a su lado, en busca de una racionalidad inútil para ese trance, prefirió recostarse en la tesis de mala puntería. Contó una, dos, tres y hasta diez oportunidades de peligro y se preguntó por qué el fútbol se empecina tan a menudo en escaparse de la lógica de los merecimientos. 

Antes de eso, una peregrinación. Como esas que había hace ya tiempo y que resultan una novedad para los más chicos. La humedad dominaba el centro de Lanús. La temperatura no se correspondía con la estación del año. El cielo amenazaba con descargar su furia. 9 de julio, Margarita Weild, Héctor Guidi, General Madariaga. Todas calles inundadas de celeste y blanco. Muy lejos quedaba la última presentación del campeón. La ansiedad por ver a Racing se percibía en los alrededores del estadio. Un cacheo, otro cacheo, un embudo, un control de documento y otro control para la entrada. Una rutina agotadora que empezó a justificarse cuando el primer himno retumbó contra el techo de la tribuna. Todavía faltaba una hora para el arranque pero la multitud apretaba.

Arias, en la entrada en calor, fue el primer ovacionado de la tarde del domingo. Cuando Licha pisó el césped, el hechizo apareció como si estos meses de receso no hubiesen existido. Aún los relámpagos dormían la siesta. Las selfies, en cambio, lucían imparables en medio de tanto globo para el recibimiento. Hubo quienes creyeron que era imposible que el gol se fugara. El equipo de Coudet atacaba por un lado y por el otro, dominaba a su antojo y generaba riesgo en calidad y en cantidad. Uhhhhhhhh, uhhhhhhhh y uhhhhhhhh. Los lamentos se superponían frente a las chances desperdiciadas. Quizás, sin que la advertencia fuera contundente, el entretiempo en cero puso un aviso sobre la mesa. 

Y en eso se largó. Primero, una gotitas. Después, cosa seria. “¿Puede ser que nos hayamos parado justo debajo de la única gotera?”, preguntó uno. “Correte y concéntrate. La próxima prestamos más atención”, le respondió la de al lado. Los minutos pasaban y los nervios ganaban terreno. El fantasma de Sarmiento de Resistencia se plantaba en el inconciente sin que nadie se atreviera a nombrarlo. El cuarto árbitro mostró el descuento y la respiración se entrecortó. ¿Otra vez? Otra vez. No alcanzó con la pericia del capitán ni con las manos del arquero. El pasto se levantó cuando no debía y la copa, sin consulta alguna, se marchó lejos de las expectativas. 

Lo que quedó, además del sinsabor de un tropiezo inesperado, fue el eco de los aplausos y la certeza de que hay amores que cabalgan más allá de las tormentas.

Foto: Paola Lara.

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