El Club

Socios Eternos

Miércoles 08 de Diciembre de 2021
Alejandra Dandan, periodista especializada en justicia y derechos humanos, nacida en Avellaneda, hija, sobrina y nieta de hinchas de Racing, estuvo en el Cilindro en la cobertura del acto de restitución de la condición de socios y socias a los detenidos-desaparecidos durante el genocidio de los años 70. Esta es su crónica.
Socios Eternos
El pibe cuelga la bandera en la bandeja más alta. La foto en blanco y negro de los desaparecidos tiene la imagen de su padre Jorge De Iriarte. La pancarta balconea oronda en el Cilindro al lado de otra bandera de H.I.J.O.S. El pibe se llama José. Tiene un almacén en Turdera. Una remera a rayas celestes y blancas con un escrito en la espalda: la pasión tiene dueño. Un pájaro vuela bajito y canta. La cancha todavía está casi vacía. “No me preguntes por qué”, dice José. “Pero mi viejo era hincha fanático, supongo que porque Juan Domingo era de Racing”.

En el centro del estadio una pantalla mueve imágenes de un espectáculo gigante: la memoria estalla hasta vencer, dice el escrito. Dos banderas larguísimas flanquean a un costado del césped a los que van entrando al campo para ubicarse en las sillas. Las banderas larguísimas dicen todo lo que tienen que decir: Acá fueron felices y viven por siempre, desaparecidos de Racing, presentes. Arriba, una de las tribunas se llena de pibes, de pibas, de ancianos y ancianas. Una niña de trenzas anda vestida con su remera de Racing, un pibe saca fotos y fotos, otro lleva una remera de viejas temporadas. Otro tiene Topper clavado en el pecho y otro Banco Hipotecario en la espalda.

--Bienvenidos todos –dice el escenario y vuelve:--. Es un día histórico: un homenaje a las víctimas del genocidio, nuestros 46 socios que son parte de los 30 mil.

La tribuna estalla. A pesar de las bombas, canta, a pesar de los muertos, no nos han vencidoooo. Alguien silba. Otro lo sigue. Es silbido de cancha. Abajo, dos Madres de Plaza de Mayo llevan sus pañuelos blancos bien puestos. Taty Almeida y Tota Guede. El cielo es redondo en el estadio redondo. Es todavía de día. El césped tiene ventisca. Las voces retumban. Y el escenario está empezando: “La dictadura también dañó a la familia de Racing que perdió a parte de su comunidad”, explica. Y el texto teje filiaciones entre nombres que comenzarán a leerse después con biografías atravesadas por pequeñas historias domésticas del club y militancias políticas, obreras y sociales de colores variopintos.

--Esto es un homenaje para quienes ahora se transformarán en socios y socias eternos de la Academia –dice el escenario y la tribuna clama otra vez--. Porque tenemos memoria, entendemos que los clubes son parte de esta sociedad. Y nos llena de orgullo saldar esta demanda que tenemos con nuestra historia.

Las gradas vuelven a oírse. El pibe de las fotos saca fotos a lo loco. José se acerca a la bandera de su papá. El escenario llama a la Comisión Directiva. Y empieza la lectura y los nombres. José Abdala, dice, que se hizo de Racing por Perón y lo secuestraron con su esposa y su hijo en Los Hornos. Y luego, el locutor pronuncia el nombre de Alejandro Almeida, hijo de Taty y de Jorge, dice. Y entonces, Taty Almeida se levanta de la silla. Y la tribuna estalla.

¡Madres de la Plaza! ¡El pueblo las abraza! Taty se acerca al escenario. El locutor repasa la vida de Alejandro: nació el 17 de febrero de 1955, se hizo de Racing por su papá. Empezó a ir a la cancha con sus amigos de Parque Chacabuco. Socio desde 1967. En un clásico con River, en junio de 1969, llevó a la tribuna una gallina para gastar a los visitantes y la tiraron al campo. La gente escucha. El pájaro que vuela ahora son tres pájaros a la vez. Y estallan en remolino cuando se escucha la vida de la gallina de los saltos. El escenario cuenta que según la leyenda, Tita Mattiussi transformó aquella gallina directamente en puchero. Alejandro era militante popular, estudiante de medicina, fue secuestrado el 20 de junio de 1975 con 20 años. Está presente, dice el escenario como mantra que irá repitiendo después de cada nombre. La pequeña congregación reunida en lo más alto de la cancha repite, entonces, ahora y siempre. Y luego, Taty agarra el micrófono. Y la gente le baila.

Atención, atencióónnn Taty te ssssaludan los soldados de Perón.

La ministra Eli Gómez Alcorta está sentada al lado de Jorge Ferraresi. Gómez Alcorta nunca vio llorar a Taty. Esta vez la ve llorar. “Es la primera vez que piso la cancha”, dice Taty. “Veo cómo camina Alejandro, y lo sigue haciendo hoy”. Son treinta mil, dice todavía, y a esa historia enlaza a los 46 desaparecidos de esta cancha. El homenaje empezó a prepararse a comienzos de año vía iniciativa de una comisión de socios veteranos, como sucede en otros clubes. La organización quedó en manos, más tarde, del Departamento de Socios que buscó papeles viejos, historias y familias. Cada quien recibe un pequeño carnet de papel como los de antes, con tapa de cuero, foto miniatura, treinta mil como número de socio y firma del vicepresidente del club.

El escenario nombra y nombra. Luis Avelino, con historia, carnet y pileta de verano en el club, de Avellaneda, del Partido Revolucionario de los Trabajadores, desaparecido de la Triple A en diciembre de 1974. Álvaro Cárdenas, que le enseñó a su hermano aquello de “van a cantar con el primer campeón mundial”, un canto que el locutor tararea radiante. Sigue Olga Ana Cepeda, quien se hizo de Racing cuando su padre le dijo que la camiseta blanca y celeste iba a ser identidad compartida para toda la vida. Olga pasó por el peronismo de zona norte, desapareció en diciembre de 1977, su hija tenía dos meses de vida. Esa niña se sube al escenario y está vestida con la remera de los colores de su madre.

Oleee, Oléee, Olée –dice la tribuna. José espera el nombre de su padre. “Es toda gente con historias comprometidas”, dice, escucha y observa. Su hermano está sentado en la parte de abajo. De chicos escuchaban los partidos en radio porque en casa humilde ni siquiera había televisión. Su padre Jorge era calderista del Hospital Carrillo de Ciudadela, delegado, militante de Montoneros y desaparecido en 1977. José tenía 4 años. Ahora, todos los 24 de marzo, lleva la pancarta de su padre a Plaza de Mayo y marcha vestido con la remera Pasión de Racing. En 2019, llevó la pancarta al estadio cuando Racing recuperó el titulo de campeón. Ese día corrió y corrió, trepó y saltó, cruzó el pozo, y entre miles de flashes, logró poner a su padre justito atrás de un arco. Ese día lo vio salir campeón.

Abajo está sentado otro veterano de todo. De los más conocidos acá adentro, se llama Carlos Krug, es hermano de Alberto. Estuvo en la comisión que organizó todo esto. El escenario cuenta la historia de su hermano, el secuestro de diciembre de 1976, pero también dice que su mamá Rosa Moltedo pagó durante años la cuota de socio a la espera de que su hijo regresara para volver al Cilindro. “Nosotros vivíamos en San Juan y Boedo”, dice ahora Krug. “Mi viejo se hizo de Racing porque nadaba en representación del club. Primero veníamos a la cancha con él, y después solos, parábamos en la tribuna al lado de la Guardia Imperial”. Su hermano trabajaba en el Banco Nación y militaba en Montoneros. En septiembre de 1976 dejó el Banco y la casa porque las cosas se pusieron pesadas. Aún así llamaba todos los viernes. Y volvía a la cancha cuando Racing jugaba de local. “Cómo hacía no sé”, dice Krug. “Cómo se las rebuscaba, no sé, pero aparecía. Nos encontrábamos acá. Siempre al lado de la Guardia Imperial, nunca en la barra porque nos habían dicho que nos cuidáramos porque si nos chupaban, quedábamos pegados por cualquier cosa”. Lo vio por última vez el mismo día que su hermano pasó a ver también a otra parte de la familia. Ahora, en el estadio, Krug sube apurado al escenario. Tiene el carnet de su hermano bien apretado en la mano. Quiere volver el sábado a la cancha. A las cinco de la tarde, Racing juega de local.

-– Voy a venir con el carnet –dice--: vamos a venir los dos juntos, a ver el partido otra vez.

El escenario ahora cuenta la historia de Jacobo Chester del Hospital Posadas. Y la de los hermanos Cobacho, Enrique y Oscar. Enrique fue seminarista, trabajador ferroviario. Y a Oscar se lo llevaron el 1 de diciembre de 1978, y se llevaron a sus dos hijos y a su esposa. Uno de los hijos tenía puesto un gorrito de Racing en la cabeza, regalo de Oscar. El niño ahora grande sube al escenario. Y ahí arriba, pone la mano en un bolsillo, saca el gorrito y lo agita como bandera saludando a la tribuna más alta.

Luego siguen Jorge Caffatti, Liliana Corti y revuelo de fotos cuando nombran al cura Carlos Mugica. Sigue Armando Croatto, Lucía Cullén y Gustavo Dicovsky. ¿Por qué se hizo hincha de Racing?, pregunta el escenario. Y dice: porque su madre practicó patín artístico y porque el carnicero del barrio, fanático de la Academia, se encargó de llevarlos a él, a sus hermanos y a sus primos al Cilindro por primera vez. Y dice: dos razones más que suficientes para encender el amor. Dicovsky era militante popular, nació el 1 de octubre de 1951, estudió arquitectura, está detenido desaparecido desde el 19 de noviembre de 1974. ¡Presente! --dice el escenario. Y todos repiten: ¡Ahora y siempre!

A lo lejos se oye un gol. Y otro. El escenario habla de banderines, figuritas y El Gráfico. Y pronuncia el nombre de Dante Guede, el esposo de Tota. La tribuna clama de nuevo. ¡Madres de la Plaza! Tota está sentada. Y sigue sentada. Cómoda. El escenario cuenta la historia de Dante: festejó el título del mundo en 1967 llevando a su hija a caballito por el césped. Hijo de inmigrantes italianos, construyó su vida con Tota Guede. Fue presidente de la Sociedad de Fomento Villa Urquizú y militante popular, lo secuestraron el 7 de octubre de 1976 en Wilde. También secuestraron a su hijo, Héctor. Tota no se para. Alguien dice algo. ¿No vas a subir? Y ella que no es de Racing sino de Independiente, al final se pone de pie.

La tribuna vuelve a cantar: ¡El pueblo las abraza!

Y Tota habla. Y dice: “Todos estamos acá, los de Racing, los de Independiente, los desaparecidos, los hijos, los familiares y están todos los demás. No hay nada que decir. Ellos están, todos, los 30 mil”.

En las sillas sigue los ministros. También, Ana María Careaga, Pablo Llonto, Martín Granovsky. La gente de la Comisión Directiva. Es noche. José ya saludó a su padre. Y puso los dedos en V. Krug raja para volver el sábado con su hermano en el carnet. El pibe de las fotos se va. El cielo redondo del Cilindro tiene la luna en el medio. Unos pibes ocupan la cancha vacía para picadito. Las banderas y pancartas dejan las tribunas. Pero los desaparecidos están acá dentro otra vez.

Fotos: Luis Angeletti