Dto Historia

Un mimo para el Pampa

Miércoles 19 de Diciembre de 2018
Figura del mediocampo e ícono del equipo durante la década del 70, el jugador que entró en la historia por marcarle cuatro goles en un mismo partido a Independiente, tuvo su reconocimiento por parte del Departamento de Historia. Ex compañeros dentro y fuera de la cancha se acercaron a saludarlo, al igual que muchos académicos de distintas edades. Aplausos para él.
Un mimo para el Pampa
A lo largo de sus años en el club Alberto Mario Jorge pasó por distintos lugares. Y como toda persona que deja huella, sus acciones estuvieron siempre a la altura. Como jugador fue uno de los valores destacados del Racing de los setenta y entró en los anales de la gloria académica al convertirse el 21 de septiembre de 1975 en la figura indiscutida que le hizo cuatro tantos nada más y nada menos que al clásico rival en un 5-4 inolvidable. Cuando el ídolo dentro de la cancha le cedió su lugar al entrenador fuera de ella, Jorge se hizo cargo en distintos periodos tanto de la dirección técnica de distintas categorías juveniles como también de la Primera División. Y más allá de los números estadísticos su trabajo fue intachable. Y para una persona de ese calibre resultaba más que justo que la Academia le reconociera ese valor, que trasciende lo futbolístico.

Por eso se organizó en la sede de Avellaneda un reconocimiento llevado adelante por el Departamento de Historia, que buscó destacar la trayectoria deportiva y profesional de un tipo que llegó al club muy de pibe y que durante toda su vida se encargó de entregarse al máximo en cada puesto que le tocó ocupar.

No faltaron los saludos de aquellos que compartieron miles de momentos junto a él con la camiseta racinguista puesta, como Enrique “Quique” Wolff y Jorge “Ropero” Díaz, junto al aplauso y los cánticos de los académicos presentes en honor al Pampa. Y como si esto no alcanzara para que la emoción se hiciera presente, el sentido abrazo entre el homenajeado y Carlos Squeo terminó por darle el carácter apropiado a un momento que ya era único.

Para el final, quien desde su juego elegante y su potente pegada se encargó de conducir el fútbol académico durante el primer lustro setentero, recibió de manos de los responsables del área institucional un diploma honorífico junto a un cuadro con su figura y la infaltable camiseta con el estampado en su espalda y su apellido. ¿El número? El mismo de siempre para aquel que nunca se manejó de un modo contrario a lo que éste representaba. Simplemente el 10.   

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